domingo, 6 de julio de 2014

Iluminados

Andaba echando un vistazo a la Wikipedia sobre los Illuminati, cuando me sorprendí al leer los ideales que los impulsó a crear su orden en el año 1776: se oponían a la superstición, los prejuicios, la influencia religiosa sobre el ser humano, los abusos de poder del Estado, y apoyaban la educación de la mujer y la igualdad de sexos, junto con la ruptura de las barreras políticas, todo ello con el fin de crear un nuevo orden mundial. Después de escasos veinte años prohibieron la Orden, y hasta nuestros días, a través de la literatura de ficción y de las películas, nos hemos hecho una idea general en la que los vemos, principalmente, como conspiradores que todos imaginamos que gobiernan el mundo en la sombra por medio de sus sociedades secretas.
Bueno, no deja de ser curioso y digno de admiración que siempre haya gente idealista, que crea en la utopía y que arriesgue bastante en su lucha. Al menos ellos lo intentan y no se quedan en la barrera, ese deporte tan nuestro.
Pero también quería mencionar a los iluminados que a diario nos cruzamos por nuestras vidas y que nos afectan por razones varias. Cada día es más fácil encontrarlos porque, gracias a las comunicaciones y a la globalización (es un eufemismo), cualquiera que se sube a una mínima tarima cree que puede manejar los designios de las personas que tiene a su alcance. Claro, según el puesto de responsabilidad que ocupe, su radio de acción será proporcional.
Realmente habría una lista muy grande, demasiado grande, de gente como nosotros, mortalitos de a pie, que desde el más mínimo cargo, incluyendo el de presidente de la comunidad de vecinos, sólo buscan imponer su opinión y su autoridad. Y esto también nos alcanza a nosotros, cuando ilusionados con nuestros estudios pianísticos, nos topamos con un iluminado que decide que él es Dios (sí, con mayúsculas). Sólo hay una opinión, sólo hay que obedecer, sólo hay que dejarse guiar y, por supuesto, sólo hay un dios verdadero. Así que, hemos de sentirnos dichosos y privilegiados por haber sido conducidos por la gracia divina (la suya) hasta su clase. El problema viene al cabo de algunos años con los efectos de su iluminación.
Intento no ser demagogo y no generalizar, que todo hay que aclararlo, pero creo que sabemos de lo que hablo sin entrar en demasiados detalles, que son siempre dolorosos. Por eso creo que, si de verdad viviésemos en una sociedad avanzada, democrática y culta, estos personajillos de medio pelo (y de media talla) serían fácilmente identificables e, inmediatamente, neutralizados, sin mayor importancia ni dilación.
A ver cuándo somos capaces realmente de creer en la libertad del individuo, en su grandeza, sin que nadie venga a aguarnos la fiesta y sin que nosotros tampoco se la agüemos, claro está.

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