domingo, 6 de abril de 2014

A tumba abierta

A menudo, en medio del estudio diario, me asaltan recuerdos y reflejos variados de mi vida estudiantil. Supongo que a todos nos pasa lo mismo ya que han sido muchos años, por no decir todos. Es inevitable, además, cuando las obras son de las de siempre, las que llevan con nosotros recorrido todo el camino.
Hay un pensamiento que sólo me viene con determinadas obras, aquellas que tienen una escritura a base de todas las notas posibles que caben en las manos y a la máxima velocidad que nuestra habilidad permita. ¿Y qué es lo que pienso? Voy a intentar dibujarlo.
Cuando en su momento tuve que poner en pie estas obras, como la lectura era más lenta que la que podría ser ahora, la memoria estaba más lozana, el tiempo disponible era casi ilimitado y no había más remedio que hacerlo, notaba cómo era capaz de visualizar cada una de las notas en mi interior y casi podía cantarlas simultáneamente, aunque fuesen de diez en diez.
Así, poco a poco, día a día, la partitura era no sólo engullida sino que también era digerida (algunas en plan boa constrictor, de digestión lenta). A la vez, como ya todos sabemos, los músculos iban cogiendo también su rutina y los saltos, acordes, escalas o lo que fuera, iban siendo fijados en esa otra memoria. Conforme cogía seguridad, notaba cómo el 'deletreo' era menos necesario cada vez, pues los pasajes se desarrollaban como espontáneamente.
Con el siguiente atracón de estudio, aquello ya sonaba a su tiempo y con todos sus matices, teniendo la estupenda sensación de que el trabajo había fructificado. Ya sólo quedaba ir dejando que el fruto madurara, bien con el barbecho o bien con un mantenimiento relajado. ¡A por la siguiente!
El problema (por llamarlo de alguna manera) viene con el paso de los años, o de los meses, al haber perdido de vista estas páginas y quererlas recuperar. Como por arte de magia, los dedos corrían por su sitio, con facilidad y algún que otro pequeño tropiezo, nada importante. El trabajo bien hecho en su día aseguraba la permanencia para los restos. Pero, de repente, me entraba una duda: ¿sería necesario retomar el estudio como si fuese la primera vez o bastaría con simples repasos? Es decir, ¿tendría que ser capaz de 'deletrear' todos los pasajes o podría confiar en la suma de las memorias?
Si con los años vamos dominando el instrumento y la música, deberíamos confiar en que no se nos va a borrar todo de golpe. Pero todavía me da un poco de yo qué sé no tener consciencia de cada una de las notas y signos que llenan la partitura. Por eso me gusta releer despacio, partitura en mano, para refrescar visualmente el contenido impreso y, con él, el sentido musical.
Cuando llegue el momento de la verdad, tenemos que ser capaces de lanzarnos a tocar. No me gustan los pianistas que tocan con el pie en el freno para no derrapar. ¿Hay algo más emocionante que adentrarse en el concierto con total entrega? El control viene de serie pero si no damos un plus de peligrosidad igual se nos queda soso y sólo se valorará nuestra habilidad y no lograremos que el público vibre y se emocione.
Es eso lo que transmitimos y es eso lo que hace rico el directo, así que, a confiar y, como los buenos ciclistas, a tocar a tumba abierta.

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