miércoles, 16 de abril de 2014

A mi gusto

Creo que una buena manera de elegir el repertorio a interpretar en un concierto es preguntarse si uno mismo iría a oírse, o sea, si el programa es lo suficientemente interesante como para dejar todo lo que se esté haciendo y planear pasar la tarde en la sala oportuna.
A menudo, por no decir siempre, damos por hecho que el público puede tragarse lo que le echen, sin rechistar y sin anestesia. Para eso es público y le gusta la música. Pero nosotros también somos público y sabemos lo que es aburrirse soberanamente o mirar reiteradamente unas manecillas estáticas en nuestro reloj de pulsera.
Así que, pienso que cada vez que seleccionamos un puñado de obras, nuestra mira debería contemplar, aunque sea en un pequeño porcentaje, el gusto del respetable. Esta afirmación sé que hace que muchos eruditos se tiren de los pelos pues para ellos cuanto más raro y difícil de escuchar, mejor. Eso de que te guste Chopin o Albéniz no es que esté desfasado sino que demuestra un nivel ínfimo. La cantidad de tonterías que he tenido que soportar de gente que quiere hacerse notar con la 'música gourmet'.
Hablaba por teléfono hace un par de días con una muy querida amiga, y coincidimos en que a la hora de elegir una nueva partitura que abordar era casi imprescindible que nos gustara, pero mucho. Ya han pasado por nuestras manos demasiadas obras con escaso interés, por obligación o por encargo, para seguir perdiendo el tiempo de una vida no tan larga como al principio parecía. Qué menos que pasar las horas en compañía de un buen autor y de una pieza que nos emocione, que nos haga sentir el trabajo como un placer y no como un suplicio.
Creo que en el momento en que se den a la vez las dos circunstancias, que nos guste y que pueda gustar al público, el concierto tendrá el éxito garantizado. Es verdad que en cuestión de gustos cada uno decidirá según el suyo, pero también lo es que, al tratarse de una música que llamamos 'clásica', la mayoría del repertorio ha superado la criba del tiempo y de las múltiples y variadas opiniones, lo que hace que tengamos bastante donde elegir.
Tampoco estoy diciendo que no debamos salir de 'sota, caballo y rey', que a base de más de lo mismo podría empobrecerse la actividad musical. Por eso tenemos que estar en búsqueda constante, con los oídos alertas, para descubrir tantas partituras que duermen esperándonos. Además, nosotros tenemos el inconveniente de lo ilimitado de la literatura pianística.
Pasamos muchos años durante la carrera influenciados por los profesores y por unos programas más o menos estándares, pero tenemos que ser capaces de formarnos un criterio propio que refleje lo mucho que tenemos dentro y, sobre todo, lo mucho que tenemos que decir. Siempre habrá muchos pianistas tocando las mismas obras que nosotros y eso no debe echarnos para atrás, lo mismo que debe alentarnos elegir obras poco frecuentadas que parecen escritas para nosotros.
El equilibrio es lo difícil. Y ante la duda lo tengo claro: prefiero tocar algo que me apasione que seguir una moda o una corriente que seguro pasará sin que deje huella en mí. El público lo nota todo y, queramos o no, a él nos debemos.

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