domingo, 9 de marzo de 2014

Tiempo al tiempo

La Gruta de las Maravillas, situada en Aracena (Huelva), contiene imágenes imborrables de estalactitas, estalagmitas, cortinas y otras formaciones geológicas que se han moldeado pacientemente desde el periodo Cámbrico, unos quinientos millones de años atrás. 
Actualmente vivimos de una manera tan apresurada, tan frenética y tan práctica, que imagino que si fuésemos testigos directos del comienzo de la creación de una maravilla similar, inmediatamente llamaríamos a unos expertos cualificados para que nos eliminaran definitivamente esas manchas de humedad y las goteras correspondientes.
Cada vez me resulta más difícil conciliar el ritmo diario con lo que yo entiendo que debe ser el pausado discurrir de la vida artística. Tanto el estudio como la creatividad necesitan de paz interior y de, sobre todo, tiempo, eso que los americanos y sólo ellos saben valorar con una frase tan suya: 'gracias por su tiempo'. Por eso, por ejemplo, son capaces de apreciar la artesanía, el trabajo manual y, en nuestro caso, la música. Por aquí pensamos que ese trabajo añadido, el que no se ve, el que realizamos en casita, viene como por arte de magia y, como mucho, entra en ese saco de 'como a ti te gusta...'.
Por otro lado, el tiempo también nos es imprescindible a los pianistas (y músicos en general) para que la suma de las cualidades individuales con el estudio constante den su fruto. En alguna ocasión he comentado la ansiedad que puede llegar a crearnos el contemplar a determinados monstruitos engullir y digerir (aquí tengo yo mis dudas) a la velocidad de la luz esos obrones que nos cuestan sudor y lágrimas (la sangre la dejamos para el exceso de glissandi). Siempre he pensado y constatado que la velocidad no sirve para nada, en ninguna de sus acepciones. Ni es buena para interpretar como un caballo desbocado, que siempre acaba tropezando, ni tampoco para aprender y comprender en profundidad cualquier pieza de nuestro repertorio.
Si se aceptan estos pensamientos como premisas, cualquiera de nosotros puede llegar a ser pianista independientemente del ritmo de aprendizaje, así de sencillo. ¿Qué más da si tardo seis o siete meses en tocar, por ejemplo, la Sonata en si menor de Liszt? ¿Lo hará mejor el monstruito que se la engulla en quince días? ¿Su versión estará más cualificada que la mía?
Cuantos más años voy cumpliendo más observo lo absurdo de un sistema de enseñanza que premia el exhibicionismo y lo prodigioso, aunque por otro lado vaya pregonando que lo importante es hacer buena música. Sé de lo que estoy hablando. Si se tarda un poco más en entender un universo, que no está al alcance de cualquiera, qué importa. Lo fundamental es poder llegar a hacerlo y, más aún, poder desarrollar la práctica musical.
El problema viene cuando, por no aceptar esta posibilidad, multitud de jóvenes ilusionados ven frustrada su carrera, en muchas ocasiones autosugestionados, al cuantificar de manera física los resultados: si tengo equis semicorcheas por compás y el metrónomo a punto de reventar, la obra debe durar dos minutos y medio o me suicido. Y eso es lo que hacemos: semi-suicidarnos porque la vida que queríamos vivir la tiramos a la basura absurdamente.
Por favor, usemos la cabeza. El Arte no tiene edad. Ni siquiera comparación entre artistas. Cada uno debe valorar y medir sus capacidades, dedicar un sano esfuerzo para avanzar y permitirse a sí mismo, con el quizás mayor ejercicio de libertad y generosidad, la posibilidad de vivir como quiera.
Ya sabemos que, si no lo hacemos, los que llevan las riendas de todo el cotarro van a procurarnos la infelicidad más absoluta.

3 comentarios:

  1. Hola.
    Soy estudiante de superior y me parece interesante compartir mi experiencia contigo y con los lectores de este blog:

    Este año comencé con un profesor nuevo y no fue de mi agrado. Prefiero no dar demasiados datos de la situación. Pero independientemente de que me gustasen las clases o no, hubo algo que me desagradó sobremanera: su actitud.

    Un personaje muy reconocido me comentó que la mayoría de los profesores del conservatorio están psicológicamente enfermos y dado que ellos forman a otros músicos, reparten veneno y provocan que los músicos jóvenes también enfermen y que en un futuro, estos sigan también provocando que enfermen futuras generaciones.

    Puede sonar dramático y exagerado. Pero es real. (Huelga decir que no todos son así)
    Y mi experiencia con este nuevo profesor no ha hecho más que corroborar esa afirmación.

    Como he comentado, lo que más me ha desagradado ha sido su actitud: le resulta inevitable soltar todo lo que le viene a la mente y dado que yo soy para él una alumna más que nefasta ha soltado comentarios que no debía realizar, ya que son extremadamente hirientes.

    Yo no estudiaba apenas, es cierto. Pero no estudiaba por determinadas causas que ahora veo muy claras y muy lógicas.

    A pesar de que algunos "repartan veneno", no todos son así.
    Anteriormente había estado con una profesora encantadora, que musical y técnicamente quizás no me enseñaba maravillas. Pero era una pedagoga excelente y con ella aprendí a tener muchísima confianza en mi misma y a comprender que por mucho veneno que me repartan (diciéndome que soy una alumna horrible, que no estudio nada, que no tengo talento o incluso que deje el superior -y me ahorro otros tantos comentarios más hirientes aún-) no lo coja. Porque el veneno no es bueno. El veneno envenena.

    Yo he tenido la gran suerte de recibir clases de esa magnifica profesora. Pero si se hubiese visto inmerso en esta situación algún otro alumno un poco más inseguro, habría tirado por la borda toda su carrera musical.

    Es curioso lo obvio que es y que sin embargo resulte tan complicado comprender que... El veneno envenena.

    Una desconocida.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Buenos días:
      Me entristece y me duele leer tu mensaje. Ya sabrás que, en gran medida, el sentido de este blog es poder, si no acabar con estos comportamientos, dar esperanzas para que lo último sea abandonar. Siempre hay salida. En tu caso es echar mano de tu anterior profesora, si no como tal, como fuerza para soportar lo que sea.
      Hace unos días oí una frase que decía que hasta de los malos profesores se aprende pues te obligan a tomar decisiones por ti mismo. No es lo ideal pero es seguir adelante.
      Es fundamental romper la cadena de malos hábitos: el amargado se empeña en amargar a los demás. Alguien tiene que decidir que, a pesar de la educación recibida, no puede transmitirla, aprendiendo de lo negativo para positivar lo que, en definitiva, también es su vida.
      Sé muy bien de lo que hablas, por duplicado, y hay que resistir. Si no puedes hacer nada inmediatamente, como cambiar de profesor, aguantar hasta el curso próximo y asegurarte (vía jefe de estudios o tu antigua profesora) de no volver a estar en las listas de este individuo quien, por otro lado, si no le gusta enseñar también podría marcharse a tomar viento a otro lado, a ver si se le refrescaba la cara y cambiaba de hábitos.
      Lo inexplicable es lo difícil que resulta solucionar estas situaciones a nivel administrativo. Ni la inspección ni la dirección suelen tomar cartas porque, al final, hay una connivencia general que prefiere tapar a curar.
      Lo dicho, sólo puedo aconsejarte que sigas adelante haciendo oídos sordos a unos comentarios (ya sabes, no ofende quien quiere sino quien puede) y empezar a mover los hilos para que tu educación musical no dependa de la ruleta. En el peor de los casos, si pierdes un curso, tampoco pasa nada irreparable, que lo importante es seguir estudiando, crecer y aprender.
      Si puedo ayudarte de alguna manera, no tienes más que decirlo.
      Mucho ánimo y un cariñoso saludo.
      Alberto.

      Eliminar
    2. Muchísimas gracias, Alberto.
      Me he dado cuenta de que he sido demasiado tajante con mi anterior comentario y al final no he expresado lo que pretendía. Así que voy a aprovechar para darle la vuelta a la tortilla y explicarlo todo desde un punto de vista totalmente radical, aunque complementario al mismo tiempo.

      Recuerdo cuando, siendo muy pequeña, me quedaba por la noche viendo una película con mis padres en el sofá. Era habitual la presencia del malo malísimo. Y también era habitual que, tras mucho pelear, lo enchironaran o se lo cargaran. FINAL FELIZ.
      Sin embargo yo, en mi curiosa mente, no lo soportaba. No lo comprendía. ¡¿Cómo era posible que optarán por solucionar las cosas matando a alguien o, como poco, encerrándolo de por vida?!
      Tengo grabado el comentarle a mis padres que no me había gustado el final, porque no era un final feliz. El final feliz sería que el malo se volviera bueno.

      Las películas solían dejarme muy mal sabor de boca por ese motivo.

      Recientemente he recuperado ese ideal de que todas las personas son "buenas" por naturaleza. Nadie es malo porque sí.

      Y por eso, y supongo que también porque yo he sido profesora, comprendo la postura de mi profesor.

      Sólo le culpo de su actitud, de sus comentarios. Ya es mayorcito y debería saber qué cosas puede decir y cuales no.
      Sin embargo no creo que las clases hayan ido tan mal por su culpa, ni tampoco por la mía, sino que simplemente han sido un cúmulo de cosas, que evidentemente se han ido agravando por la tensión que había entre nosotros.
      Él me parece un profesor excelente. Aunque a mí este año no me haya venido nada bien. Y me gusta pensar que si él realiza todos esos comentarios es simplemente como forma de autodefensa. Su comportamiento deja entrever claramente que él a quien realmente culpa es a si mismo.
      Y también he podido observar como él venía con la energía renovada probando nuevos métodos para salvar la situación. Sin embargo parecía que nada de lo que hiciera él me sirviera e inevitablemente se desesperaba. Es entonces cuando lo pagaba conmigo con los mencionados comentarios, que a pesar de no ser justificables pueden ser comprensibles, porque somos humanos (sí, los profesores también).

      Hay profesores que parecen dioses. Yo recuerdo sentirme fascinada por tal profesor y pasarme las largas semanas de estudio pensando en la clase y esperandola con impaciencia.

      Sin embargo los profesores son, en realidad, personas. Personas que anteponen los intereses de sus alumnos a los suyos, cueste lo que cueste. Y velan por ellos.

      ¿Pero entonces, qué hay de los profesores? ¿Si están ocupados cuidando de sus alumnos, quien los cuida a ellos?

      Eliminar