miércoles, 12 de febrero de 2014

¿Y tú de quién eres?

En esto del piano pasa un poco como en las familias, como en los pueblos. Cuando tenemos enfrente a un desconocido, la mejor manera que tenemos de saber algo sobre su persona no es preguntarle quién es sino de quién es. De esta forma, al conocer los antecedentes y los ascendentes, como los abuelos, los padres, los hermanos y demás consanguíneos, nos haremos una idea demasiado exacta del ser que tenemos delante.
Creo que todos, en más de una ocasión, hemos sido identificados por referencias, cuando también todos sabemos que un lazo genético no tiene por qué igualar. Lo único para lo que sirve esta actuación es para simplificar, meternos a un grupo de igual apellido en el mismo saco y hacernos cargar con los sambenitos correspondientes a una saga.
Pues como he dicho al comenzar, en el piano ocurre lo mismo. Podemos estar en un concurso, en un concierto, en un intercambio, en unas oposiciones o en medio del desierto. Cuando alguien se acerca a conocer algo más sobre nosotros que nuestra propia música, la primera pregunta, inevitablemente, hará referencia al profesor y al conservatorio.
Esto, en principio, no tiene por qué ser ni malo ni bueno, pero tenemos la costumbre de ser superficiales e ir a lo cómodo, a lo rápido, poniendo automáticamente una etiqueta que igual no queremos tener o que no nos corresponde. Es obvio que, en los casos normales, tras varios años con un mismo profesor, nuestras maneras apunten por imitación al modelo. En esos años, la mera comparación supone un halago.
Con el paso del tiempo, e incluso desde antes, ocurre que comenzamos a sentir que somos únicos, individuos. Nos gusta que desde fuera se empiecen a percibir nuestras características artísticas personales sin que haya una comparación de por medio. Al fin y al cabo, quien está tocando y se ha hartado de estudiar para que la obra suene así somos nosotros y para comparaciones ya sufrimos los discos.
Cuando leemos las notas biográficas en los programas de mano, nos interesa mucho conocer la historia académica del pianista, además de sus movimientos, claro está. Ahora se complica un poco la cosa pues normalmente los nombres que aparecen se cuentan por decenas y no sabe uno si la paella es de carne, pescado o verdura, o de todo a la vez.
Creo que cualquiera que sale a un escenario tiene voz propia ya que los conocimientos han pasado por la digestión de cada estómago (espíritu o cerebro sería más correcto) por lo que el resultado último, evidentemente, tiene sus correspondientes diferencias. Si queréis verlo más claro, sólo hay que mirar a los hermanos dentro de una familia. El parecido físico no nos debe engañar con la personalidad, definida no sólo por las proporciones genéticas, sino por el tamiz diario a que se someten los estímulos externos (extracto de la enciclopedia de la vida diaria).
En fin, que la preguntita dichosa, tan de pueblo y de otros tiempos, parece que sigue anclada en nuestra memoria. Hagamos un mínimo esfuerzo y valoremos a cada persona por sí misma. Yo no tengo por qué escuchar como valor de un alumno que su padre es panadero, por ejemplo. Ni soportar que un alumno cargue con los estigmas de sus profesores. Ni siquiera que la geografía decida si tal o cual conservatorio es superior a otro por el acento o por el idioma.
Pensemos por nosotros mismos, sin más historias.

4 comentarios:

  1. Tendría tanto que comentar, que me extendería tanto o más que el post.

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    1. Pues igual estaría bien porque se trata de que, al leer lo que nos pasa o nos ha pasado, saquemos conclusiones positivas y, en vez de retroceder, avancemos con más confianza. Así, cuantas más experiencias compartamos, más alternativas para actuar.
      Un beso, Alberto.

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  2. La verdad que es,en mi opinion, una pregunta inutil. ¿Y tu de quien eres? Como ya se ha comentado en la publicacion lo que realmente deberia de valer es el resultado de lo que se toca, pero es una pena que la oportunidad de demostralo no se de al no tener referencia alguna de un profesor conocido. En mi caso, durante mi transcurso por el grado Profesional,he tenido la mejor profesora habida y por haber, que me ha enseñado y motivado como nadie lo hubiese hecho. Su nombre no es conocido,pero ¿qué importa si al final la que tendré que dar cuentas delante del piano soy yo? Lo que realmente me da pena es que al no haber tenido ningun profesor "importante" no tengo las mismas oportunidades que otro que lo haya tenido, e incluso para un simple curso te rechazan al no tener referencias a profesores conocidos. ¿Cómo podremos entonces empezar nuestra formacion como pianistas en cusos o masterclass?

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    1. Si has tenido la inmensa suerte de disfrutar de una profesora excepcional, no tiene por qué acabarse la relación con ella. No es cuestión de cursos ni de grados. Su anonimato puede dejar de serlo en cualquier momento si sus alumnos se lo proponen. Además, conozco a renombrados pianistas que deben casi todo a esos profesores 'intermedios' más que a los de fama, que sólo se limitaron a recoger la fruta madura.
      Por otro lado, sabemos que los cursos los organizan normalmente determinados profesores que, por lógica, van a dar prioridad a sus alumnos y laterales. A veces es tan simple como una cuestión de capacidad horaria. Pero es cierto que las relaciones influyen en determinadas ocasiones. De todas formas, hay tantos cursos y masterclass que, si no es en uno, será en otro. Nada es definitivo y, en la mayoría de las ocasiones, es el tirón mediático y publicitario el que bloquea el acceso.
      Te puedo asegurar que nada es imprescindible. Lo verdaderamente importante es que has recibido enseñanza de calidad y motivación. Ahora, a tocar.
      Muchas gracias por tu comentario. Un cordial saludo, Alberto.

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