domingo, 5 de enero de 2014

Invictus

El mes pasado, la muerte de Nelson Mandela me llevó a ver la película que Clint Eastwood le dedicó y me emocionó el texto que le entregó al capitán del equipo de rugby sudafricano. Navegando un poco por aquí y allá, encontré un esclarecedor artículo al respecto de Javier Brandoli en el blog Viajes al pasado.
Al parecer todos dan por hecho que le dio el poema escrito por William Ernest Henley, titulado Invictus, cuando en realidad era un fragmento del discurso que Theodore Roosevelt pronunció en 1910 en la Sorbona de París, que encabezó con la frase The man in the Arena. De cualquier manera, creo que los dos textos merecen una lectura y un par de vueltas en el coco.
Abusando de la facilidad encontrada, echaré mano de las traducciones ya existentes ya que no es suficiente con una transcripción literal.
En primer lugar, vamos con el original, con el que en verdad recibió François Pienaar de manos de Mandela:

"No importan las críticas; ni aquellos que muestran las carencias de los hombres, o en qué ocasiones aquellos que hicieron algo podrían haberlo hecho mejor. El reconocimiento pertenece a los hombres que se encuentran en la arena, con los rostros manchados de polvo, sudor y sangre; aquellos que perseveran con valentía; aquellos que yerran, que dan un traspié tras otro, ya que no hay ninguna victoria sin tropiezo, esfuerzo sin error ni defecto.
Aquellos que realmente se empeñan en lograr su cometido; quienes conocen el entusiasmo, la devoción; aquellos que se entregan a una noble causa; quienes en el mejor de los casos encuentran al final el triunfo inherente al logro grandioso; y que en el peor de los casos, si fracasan, al menos caerán con la frente bien en alto, de manera que su lugar jamás estará entre aquellas almas que, frías y tímidas, no conocen ni victoria ni fracaso".

Y en segundo, para no dejar duda alguna en cuanto a la épica, el poema Invictus, cuyos dos versos finales hacen temblar a cualquier humano:

"En medio de la noche que me cubre,
negra como el abismo de polo a polo,
agradezco a cualquier dios que pudiera existir
por mi alma inconquistable.
En las feroces garras de las circunstancias
no me he lamentado ni he llorado.
Bajo los golpes del azar
mi cabeza sangra, pero no se doblega.
Más allá de este lugar de ira y lágrimas
se acerca inminente el Horror de la sombra,
y aun así la amenaza de los años
me encuentra y me encontrará sin miedo.
No importa cuán estrecha sea la puerta,
cuán cargada de castigos la sentencia.
Soy el amo de mi destino:
Soy el capitán de mi alma".

Creo que no hace falta añadir nada. Ojalá los pianistas tuviésemos las cosas tan claras para perder el miedo a intentarlo y tomar las riendas de nuestra propia vida para que nadie nos la gobierne. Igual es un buen propósito para el 2014.

4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. ¡Muchas gracias! Imagina que nos inculcaran desde la más tierna infancia estos mensajes. Fuera los miedos y cada cual con su vida plena. Aun así, no hay nada fácil y sí mucho esfuerzo para conseguirlo, pero es apasionante.
      Mi más cordial saludo, Alberto.

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  2. Nunca he visto esta peli por mi odio irracional al fútbol en general, pero me apunto el poema. Gracias Alberto

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