domingo, 29 de septiembre de 2013

La borrasca

Hay días en los que te levantas con los nubarrones dentro de la cabeza y decides no hacer gran cosa porque seguro que nada va a salir como quieres. Y también porque es fin de semana y te lo puedes permitir.
Lo importante es no pensar demasiado. Es mejor dejarse llevar y picotear aquí y allá. Decides hacer algo productivo y antes de comenzar ya estás cansado o aburrido. Apatía que se llama la cosa. Sé que, en este estado, no hay que tomar decisiones y mucho menos mirar al futuro. Hay que pasar el día como se pueda, airearse, charlar (importantísimo para que no nos auto estalle la pelota), ver un poco la tele, pasar páginas en el libro de turno o en el ordenador, abrir la nevera, comprar un paquete de chucherías...
También podemos revisar nuestra colección de discos, que a veces ni recordamos lo que tenemos. Hasta podemos quitar la funda de plástico de unos cuantos y oír qué tal suenan. Es probable que nada nos guste, que lo que en su día nos emocionó suene hueco, que nos preguntemos el porqué de... ¡Eh! Acabo de decir que no hay que pensar. ¡Prohibido! Esto hay que pasarlo como se pasan los catarros o los empachos (qué antiguo me ha sonado esto de empacho), se aguanta uno y listo.
Seguro que a más de uno le puede la responsabilidad y le da por sentarse al piano. Loable decisión, pero ya he advertido nada más empezar que nada va a salir al derecho. No es que nos hayamos transformado o metamorfoseado durante el sueño nocturno, qué va. Es más sencillo: el nublado exterior, la borrasca que, por mucho que Mónica López se empeñe en alertarnos durante su clase en TVE (que parece que estamos haciendo bachiller nocturno y hay que tomar apuntes y todo), no acaba de romper aunque estemos en alerta naranja. Luego (conjunción: por consiguiente) mejor dejamos los retos para otro día y pensamos en algo rico para la merienda junto a una buena taza de té (yo ya tengo una tarta de queso, nueva receta que Beatriz preparó ayer en diez minutos y que supera todo lo imaginable).
Eso sí, quedarse en la banqueta para echar un buen rato leyendo partituras nuevas, tocando música de películas, haciendo payasadas o jugando a ser uno de los grandes (es el momento de sacar el Tercero de Rachmaninoff o el Segundo de Brahms, igual da; o la Sonata de Liszt o la Tercera de Chopin). A lo mejor, con la tontería, esas obras que nos creemos vetadas comienzan a clarear y plantamos la semilla del deseo, que nunca se sabe si va a caer en terreno abonado.
En fin, para no cansaros ni cansarme, que el nublado es para todos: no exageremos ni dramaticemos. El sol saldrá de nuevo y, como dijo el gran filósofo Manolo Royo, ¡no pasa nada!

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Recortes

Pues sí, que parece que los músicos nos estamos enterando ahora porque sale publicado en los periódicos, pero esto se viene arrastrando desde hace demasiado tiempo ya.

http://cultura.elpais.com/cultura/2013/09/23/actualidad/1379951454_123071.html
http://www.20minutos.es/noticia/1927120/0/orquestas-musica/recortes-despidos/escuelas-municipales/
 

Creo que no voy a entrar en análisis manidos y que, a juzgar por los comentarios que siguen a las noticias, parece que no le importan demasiado al personal. Si todavía seguimos poniendo en duda el papel de la Cultura en la Sociedad tenemos muy difícil el entendimiento. Al final, como he podido leer, si están recortando en todo tipo de empresas, privadas y públicas, ¿por qué van a ser menos las orquestas? Es que se está yendo todo al garete y nos dedicamos a, como siempre, tirarnos los trastos a la cabeza unos a otros ante la babeante sonrisa de los que lo han provocado.
Yo tengo mi propia opinión de todo esto, como casi todo el mundo. Lo que pasa es que sería larguísimo y me da pereza hasta empezar. No creo que se pueda resumir con un titular ni que todo se haya hecho de la mejor manera posible. No creo que todo sea tan naíf. No creo que no se supiera que este sistema era insostenible. No creo que no se pudiese haber previsto mucho antes una solución. No creo que no estuviera detrás del boom orquestal el rédito político. No creo que todos tuvieran en mente acercarse al pueblo llano. No creo que no se hayan montado chiringuitos particulares. No creo que estas orquestas se creasen para dar cabida a las magníficas oleadas de músicos españoles. No creo que el fin último fuese el cultural. No creo que a bastantes de estos músicos les importase cambiar la silla por una cómoda butaca en el escenario. No creo que los mejores directores estén al mando. No creo que haya dolido tirar millones en figureo en vez de invertirlos. No creo que baste con acercar a los colegios un día al año para que vean y oigan lo que después no van a ver ni oír...
Pero sí creo que hay muchos músicos que creen de verdad en lo que hacen y se dejan lo mejor de ellos mismos en cada actuación. Sí creo que es mejor que haya orquestas que eliminarlas. Sí creo que hemos vivido dos décadas de ensueño. Sí creo que el dinero público debe apoyar la Cultura. Sí creo que la subida del IVA ha supuesto un perjuicio muy grave. Sí creo que hay que facilitar la entrada de todo el mundo a los teatros y auditorios. Sí creo que hace mucho que los pantalones vaqueros entraron en las salas aunque sigamos viendo visones. Sí creo que algunas funciones huelen a rancio pero que las programaciones son mucho más completas que eso. Sí creo que hay que pelear para no retroceder. Sí creo que la música eleva el espíritu y alivia las penas...

En fin, difícil batalla por la desproporción de fuerzas. Sólo me conformaría con que nuestros queridos dirigentes recortasen un poco sus sonrisas.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Oro molido

Repasando las estadísticas del blog, que no están nada mal, por cierto, leí una de las frases de búsqueda con las que Google te puede dirigir al mismo. Decía profesora de música desmotiva. Ya sabéis, por activa y por pasiva, que lo que hizo que comenzara a escribir fue constatar el daño que la enseñanza y el ejercicio del piano pueden llegar a causar. Con lo fácil que sería enfocar todo hacia el disfrute y la seguridad.
Esto no es nuevo para mí. En mi época de estudiante de piano, todos, absolutamente todos, estábamos entregados a la causa. Aún así, sólo recibíamos coces a diestro y siniestro. Algunos lo justifican diciendo que era otra época, pero yo no pienso admitirlo ni darlo por prescrito. El daño, el gran daño moral y psicológico queda grabado a fuego de por vida. Para soportarlo hay que añadir un sobreesfuerzo que no todo el mundo es capaz de aguantar. De ahí la frustración, la inmovilidad, la desgana, la tristeza.
Por eso quería dirigirme a los profesores, para recordarles que el material con el que trabajan, o sea los alumnos, es oro molido. Sobre todo en grado medio, adonde estos alumnos han llegado porque QUIEREN estudiar música, y no digamos ya en el superior, donde para casi todos se ha convertido en una opción profesional y de vida. Me sigue sonando muy raro el extendidísimo comentario de no hay nivel, nadie estudia..., repetido hasta la saciedad en corrillos, reuniones de departamento y tutorías.  
¿Cuál es el problema? No ser capaces de cortar esta especie de cadena que sólo hace repetir errores y comportamientos estereotipados. Si a mí me dieron, pues yo a dar.
Comienza el nuevo curso y os propongo un objetivo para quien quiera oírlo:
No dar por perdido a ningún alumno, escarbar en su interior hasta encontrar el interruptor que lo ponga en marcha y entender que viven una etapa convulsa llamada pubertad o adolescencia que pasará. Todo el curso sin una bronca, sin una mala cara, sin desanimar a nadie, luchando por la utopía, buscando la alegría, el estímulo, la seguridad. En definitiva, ejerciendo adecuadamente la sagrada responsabilidad de enseñar. Ellos son el futuro.
¿No sería precioso, al llegar al final, habernos convertidos en Maestros en vez de meros profesores? ¿No os gustaría, de verdad, haber creado escuela? ¿No os sentiríais satisfechos al ser referentes de una o varias generaciones?
Está en vuestras manos. De vosotros depende que entre el aire fresco.



miércoles, 18 de septiembre de 2013

Desayuno, almuerzo, merienda y cena

Ni siquiera se pueden garantizar las cuatro comidas. Como mucho tres y sólo allí donde un gobierno autonómico, una asociación de padres y madres, una ONG o cualquiera con el mínimo de vergüenza que se le supone al ser humano, está dispuesto a no dejar a ningún niño o adolescente sin alimentar adecuadamente.
Ya no tengo calificativos. Sólo siento un inmenso desprecio. Y mucha impotencia. Esto no es demagogia, ni ataque político, ni nada parecido. Esto es una realidad que arrastramos y crece cada día que pasa. Sólo me entran ganas de llorar ante este panorama. Y lo que más me duele es el mutismo de la mayoría de hogares en los que no es posible cubrir estas necesidades: orgullo, dignidad, vergüenza... ¿Qué más da? ¿A quién le importa? Que cada palo aguante su vela.
Bromeaba en mis dos pasadas entradas con el famoso bollycao ofrecido como dádiva al profesor. Pues ya ni eso. Cada vez son más numerosos los testimonios de profesores que observan las debilidades de sus alumnos. Pero, ¿dónde vivimos? ¿En qué manos estamos?
¿Por qué escribo esto aquí? ¿Qué tiene que ver con la música? Supongo que, como una idea lleva a otra, al final cada tema acaba influyendo en el terreno propio. Tengo comprobado que el gremio musical no es precisamente solidario (un momento, no os sintáis ofendidos todavía, dejad que me extienda). Sí lo es en cuanto que no paran de requerir los servicios de los músicos para actuaciones benéficas y muy pocos son los que se niegan. De hecho, más bien hay abuso. Hasta aquí, chapeau. Pero mi comentario va más en el sentido de la individualidad.
Son demasiados los años en que los pianistas nos pasamos el día con la cabeza metida en el teclado, sin levantarla para nada ni para nadie. Estamos a lo nuestro. Estamos totalmente absorbidos por una actividad que requiere nuestra total atención. Y es fantástico y loable. Nos entregamos de corazón a la música y pocas cosas hay más elevadas. Pero suele suceder que nos convertimos en avestruces, de tanto bajar la cabeza. No podemos escuchar a nadie, no podemos interesarnos en nada, no podemos participar de nada porque tenemos que estudiar. ¿Tampoco ahora?
Hay problemas y realidades que no podemos ignorar. Es probable que en un conservatorio se note menos esta carencia básica..., o no. ¿Qué pensamos, que sólo los pobres de siempre lo están pasando mal? Sólo hay que mirar por encima las estadísticas de los comedores sociales y ver quiénes están incrementando el número.
La frase manida es 'a grandes males, grandes remedios'. Yo soy más del granito de arena. Que cada uno ponga lo que pueda de su parte, que mire a quien tiene al lado, o a su cargo, que no haga la vista gorda, que no diga que no es su problema. La solución pasa por todos y cada uno de nosotros, no por los que algún día ojalá sean juzgados como criminales y condenados.
A esta sociedad sólo podemos salvarla desde abajo, nosotros mismos. Para los que se les llena la boca con la palabra España (acompañada de langostinos, jamón de bellota y botellas de mil euros, que son catetos hasta para eso), ya lo he dicho: todo mi desprecio y un recuerdo a la revolución francesa de 1789 (Liberté, Égalité, Fraternité y...).

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domingo, 15 de septiembre de 2013

Obediencia (II)

Pues sí, resulta que seguir obedeciendo de por vida es otro cantar. En la entrada anterior, que pretendía ser una introducción y me dio para algo más, dibujé por encima los primeros años de conservatorio. Es obvio que un alumno tiene muy pocas posibilidades de aprender a tocar un instrumento si no sigue las instrucciones de su profesor.
Pero el paso de los años, unos ocho o diez, la llegada del infante a los diez y bastantes, y el hábito con respecto al discurso de dicho profesor (en el afortunado caso de que logremos conservar el mismo una buena temporada), podrían ir abriendo una brecha en la actitud que tomemos hacia sus sabios consejos.
Un buen día, en plena clase y sentados al piano, sin preparación, tras largo tiempo mordiéndonos la lengua, una especie de ebullición interior logra que por nuestra boca salga un comentario que hará que los ojos de nuestro mentor se abran como platos: 'pues a mí es que me gusta así'. (¿Os estáis riendo? Seguro que habéis osado). O tal vez algo como 'yo lo entiendo así'. Si tenemos delante un pasota, de vuelta de todo, sonreirá y a) os permitirá seguir esa línea aventurada o b) se encogerá de hombros y responderá que a él le gusta 'asao'.
A lo mejor tenéis delante una persona que durante lustros os ha animado a tener vuestros propios gustos, vuestra propia personalidad, vuestro propio criterio. Eso es estupendo. No hay nada mejor para un alumno que estudiar confiado y confiando. Por eso, cuando una obra requiere una parada y un intercambio de pareceres, el hecho consumado de la enseñanza se muestra en su máximo esplendor: estamos cerca de terminar la carrera tras largos años de preparación, o incluso la hemos terminado y seguimos buscando consejo y protección; hemos escuchado infinitas veces similares instrucciones ya que, al fin y al cabo, esto es sota, caballo y rey, aunque en escenarios (estilos) distintos; nos sentimos más que preparados para exponer nuestra opinión, respaldada por tanto estudio.
Pues va a ser que no. Quien antes nos veía como alumno modelo y ejemplar tiene un sobresalto, un pasmo, y descubre ante sí a un desconocido. ¿Cómo se atreve a plantarme cara y delante del resto de alumnos? El color de su cara comienza a delatar un conato de infarto o una explosión de ira descontrolada. El reglamento del conservatorio, que impide la agresión física (que no la mental), logra apaciguar levemente su furia dando paso a un despliegue inusitado de información técnica y musical que derribe lo que era nuestra modesta pero sincera opinión.
Ahora es el alumno el que va a abrir sus ojos, pero no como platos, más bien interiormente. Primero pensará que ha sido un mal día, que lo tiene cualquiera. Pasado un tiempo intentará volver a sacar a la luz su criterio que, insisto, está basado en años de estudio y de seguir los cánones. Para su desilusión, la escena volverá a repetirse.
¿Qué hacer? Es el profesor que idolatro, es la persona que más sabe del universo, que me lo ha dicho él mismo, es la persona a la que no sólo daría mi bollycao (¿qué pasa, que sólo es para los niños?) sino incluso mi vida... Y resulta que me tiene atado y corto, y yo no me había dado cuenta.
A casi todos nos llega un día en el que tenemos que decidir continuar avanzando en solitario. La obediencia por sí misma no es posible sin renunciar a nosotros mismos, aunque lo intentemos.
Es difícil, muy difícil. Es duro, muy duro. Te quedas triste, muy triste.
No te entiende, no sabe ver su obra, la fruta que ha madurado y tiene que caer del árbol. Es ley de vida.
¿Por qué es todo tan jodidamente complicado?

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Obediencia

En la enseñanza del piano existe una condición casi obligatoria, la obediencia. Desde muy al principio, desde muy pequeños, nos acostumbramos (y nos van acostumbrando) a decir 'sí, bwana' sin rechistar. El piano es un mueble raro al que, para hacer hablar o cantar, es necesario encontrarle las cosquillas. Por eso aparecen extraños en nuestras vidas que, antes de saludar siquiera, ya nos están diciendo lo mucho que vamos a tener que estudiar.
Los inicios pueden ser alegres o tensos, dependiendo de las ganas de las dos partes, casi por igual. La diferencia es que una de dichas partes es nueva en todo y la otra viene de vuelta. Es el momento de definir si va ser como un juego, como una actividad más o como algo especial, lo que no debería implicar un cambio de actitud.
En esencia es como aprender a leer y escribir, que a base de repetir y de insistir se convierte en natural. No creo que nadie tenga un trauma por ninguna de estas dos enseñanzas, ni por la lectura ni por la escritura. Es lo bueno que tiene la inocencia de los primeros años de edad. Entonces, ¿por qué no puede ser igual con el piano? Si se empieza pronto, antes de que la cabeza esté preparada para dilucidar asuntos mayores, ni nos enteraremos. Un buen día, como si nada, una escala saldrá igualadita y a velocidad. O dejaremos de mirar el teclado a cada cambio de dedo, incluido el paso del pulgar. O las manos podrán saltar de octava sin miedo a que nos trague la tierra. O sabremos encajar tresillos con dosillos sin parpadear. O, lo que siempre es más importante, el sonido que vaya saliendo de nuestros yemas comenzará a tomar cuerpo y a sonar a gloria bendita (al menos para las abuelas).
Ocurren, sin embargo, con demasiada frecuencia, dos circunstancias que pueden alterar el curso de tan feliz y amada trayectoria: el cambio sin previo aviso y porque sí de nuestro idolatrado profesor, por el que habríamos sido capaces de dar gustosos el bollycao de la merienda, o la mutación de la relación docente, ya sea por aburrimiento de cualquiera de las partes, por la llegada del 'pavo' a nuestras vidas o porque cualquiera de las manidas excusas universales comienza a engordar la lista de deserciones. ¡Muy bonito!
Es una enseñanza con sus particularidades, quién puede negarlo, pero la ausencia de diálogo y el método de imposición continua, bases comunes al nunca bien valorado dogma pedagógico 'esto es así porque lo digo yo', es posible, y digo sólo posible, que colaboren a que el pupilo comience a soñar en una huida drástica, recurriendo por regla general al más grande teatro que ni Calderón ni Lope llegaron a imaginar.
En tiempos de overbooking en las aulas y descontento generalizado, igual deberíamos dedicar unos segundos a plantearnos el presente inicio de curso. No sé si una huelga a la japonesa sería bien recibida, pero no podemos olvidar que, pese a las circunstancias actuales, tenemos entre manos a muchas personitas que no tienen la culpa de nada, ni siquiera de haberse matriculado en un conservatorio, y que, al menos durante unos años, van a ser obedientes, responsables y estudiosas.
Después será otro cantar.


domingo, 8 de septiembre de 2013

Fresquito

Ha bastado un ligero descenso de la temperatura para desencadenar una nueva vitalidad en el estudio. Quien no vive por esta zona, el sur de España, no sabe lo que es un cuerpo desmadejado y un cerebro derretido. Se dice pronto, pero mantener la actividad intelectual a una media superior a los 36º centígrados supone un esfuerzo titánico. Por no hablar del sudor que provoca la humedad del viento del Sur que deja las manos como manoplas de ducha.
Por eso, este pequeño respiro con olor a despedida (que no lo va a ser porque aquí hasta primeros de noviembre vamos en camiseta) me ha traído sin quererlo una actividad paralela a la obligatoria. Estudiar lo que está previsto a veces es difícil, que uno no es una máquina y se cansa y se aburre. Ya sabéis, la repetición insistente para alcanzar la casi perfección, o para mantener el nivel, o para replantear algunos aspectos o ¡para ya, que me estoy agobiando!
No voy a descubrir nada nuevo. Finalmente, es como todos los trabajos. Hay que hacerlos y ya está.
Y aquí entra en juego la famosa curiosidad que provoca la desgana, aunque parezca una contradicción. Del piano no nos podemos levantar porque unas semanas de holgazanería bien merecidas han dejado a nuestros dedos con barriga cervecera. Así que, toca un poco de gimnasio, sin exagerar que tampoco han pasado siete años. ¿No os pasa que tenéis ganas de tocar cualquier cosa menos lo que la agenda obliga? ¿Y quién ha dicho que esto es malo?
A no ser que tengamos una verdadera emergencia y los cuernos del toro a dos milímetros de nuestra epidermis, vamos sobrados de tiempo y, después, en un par de mañanas y/o tardes, lo que parecía que iba para largo resulta que era pan comido. Para algo somos profesionales y, por supuesto, unos máquinas.
Primer vistazo a la estantería, por encima, y nada. Un gusanillo latente, ése que no hay manera de desparasitar, comienza a susurrar un nombre, en el lenguaje que las entrañas saben descifrar. Y cual autómata, cual sonámbulo, los pasos se dirigen certeros y el brazo se levanta para entresacar la partitura oída sin que sonara siquiera. Con este fresquito han vuelto imágenes, sensaciones, recuerdos. Los últimos Preludios del opus 32 de Rachmaninoff llevaban demasiado tiempo durmiendo. ¿Por qué no probar a desentumecer no sólo los músculos, sino también la imaginación y la emoción?
Todavía recuerdo cómo durante muchos años se calificaba a Rachmaninoff directamente, sin anestesia, como un hortera o algo parecido. Ese comentario sé que provenía de los que jamás iban a poder enfrentarse a ninguna de sus partituras, pero eran muchos. Sólo hay que sentarse un rato con sus partituras delante para descubrir una música llena de fuerza, de sentimientos, de rigor, de reminiscencias, de pasión o de recogimiento. En cierta manera, sin comparar, le sucedía como a Liszt, también denostado durante largo tiempo por superficial (¿de verdad estos comentarios lo hacían músicos?).
Venga, al abordaje, aunque sea para pasar el rato, la tarde de domingo o la mañana del martes. Da igual. El caso es abrir cualquiera (los del opus 23 también cuentan, claro). Hay para todos los gustos y para todas las manos.
Y el tiempo dejará de serlo...
Esto sí que es piano. 

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Almaclara (II)

Aunque parezca mentira, y después de tanto trabajo, la gira que la Orquesta de Cámara de Mujeres Almaclara ha realizado durante el mes de agosto ha concluido felizmente.
He sido testigo privilegiado de los ensayos, de la convivencia y de los conciertos. Si ya dije en mi anterior entrada dedicada a ellas que sentía un poco de envidia sana, ahora sólo puedo ratificarme. Es que se lo pasan muy bien y, por supuesto, suenan muy bien.
El programa, dedicado a María Callas, ha sido todo un acierto. La transcripción de cada Aria ha sido de mi hija Beatriz que, como ya apunté, es la directora, con la particularidad que lo hace desde su silla tocando el violonchelo. Parece fácil, lo hace fácil, pero hay mucha concentración y mucha entrega por parte de todas. Ya sabemos que en las orquestas normales, con el director delante de los músicos, se pueden ir añadiendo o recordando los detalles de los ensayos. Con este sistema tiene que estar todo más claro y se necesita que cada intérprete esté pendiente de sí misma y de sus compañeras.
La acogida en cada concierto ha sido abrumadora. Todas las salas se llenaron de público, algo no tan obvio si pensamos que había que pagar la correspondiente entrada. Siempre se ponían en pie para aplaudir y siempre pidieron un bis e incluso dos. Cuando se toca en directo no hay nada garantizado, que al respetable hay que ganárselo. Y que buena parte de las piezas fuesen conocidas sólo servía para poner el listón más alto.
Es impresionante, con la perspectiva de los años, comprobar que de nuestros conservatorios salen chicas tan bien preparadas. No hace tanto que era casi imposible encontrar algún instrumentista de cuerda y, de haberlo, que tocase más que decentemente. Esta orquesta ha tenido un sonido propio exquisito, una afinación perfecta y un ir todas a una que aún me sigue dejando perplejo. Y era complicado porque, como esencia de toda la interpretación, estaba el alma de María Callas, tan única e inimitable.
El último concierto en Sanlúcar de Barrameda tuvo el añadido de emoción del homenaje al pianista José Manuel de Diego, tan buen amigo. Qué mejor que música para un músico. Él lo valoró perfectamente y lo agradeció, señalando que a muchas de las chicas que allí estaban sentadas tocando las reconocía de su paso por el Conservatorio de Sevilla.
En fin, tan contentas han quedado que ya están organizando la siguiente gira para finales de noviembre y otra posterior para marzo de 2014. Para poder estar al tanto de sus movimientos, han creado una página en Facebook en la que, poco a poco, irán subiendo las noticias más recientes, fotos y videos. Os dejo también el enlace para que podáis participar.
Si cuando toquen os pilla cerca no dudéis en asistir. Se aprende mucho y se disfruta mucho. Y, de paso, allí nos vemos.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Cultura (II)

Cuando te acercas a cualquier negocio, a cualquier empresa, a cualquier artesano, a cualquier profesional, es decir, a cualquier persona normal que tiene un trabajo normal y cobra por ello, suele decirte un precio por su servicio en el que van incluidas las horas que deberá dedicar al encargo en cuestión, sea del tipo que sea.
¿Imagináis que un pianista debiera tasar por horas el valor de su actuación? Creo que es de las escasas profesiones en las que este cálculo es imposible. Pero si hasta los que construyen un castillo con palillos de dientes te dicen cuántas horas han pasado encerrados cortando y pegando tan diminuto elemento. Y, claro, esto es muy americano: cuantas más horas tus manos y tu cabeza han estado centradas en una labor más se valora la pieza resultante.
Pero para esto hay que tener otra mentalidad, hay que tener la honestidad de reconocer que el tiempo de las personas es el mismo y por eso no podemos nunca comparar lo que sale de una máquina a lo que sale de las manos. Insisto, hay que ser americano (de los EE.UU.) para pensar así. De hecho, una frase muy usada en las despedidas es 'gracias por su tiempo'.
Toda esta introducción viene a cuento por acumulación de barbaridades. A ver si me explico. Las circunstancias actuales, de las que creo que nadie puede esconderse, han sentado un principio con el que, por muchos que no estemos de acuerdo, la Cultura es prescindible. Así, sin anestesia. No sólo lo hemos escuchado sin cesar a los que ya sabemos, sino que encima la han gravado con una subida desproporcionada de impuestos. No se puede pasar del 8% de IVA al 21% de un día para otro, sobre todo si la respuesta que te dan al protestar es que lo asumas tú, o sea, que cobres lo mismo para que la actividad no cese pero que tu aportación a la Hacienda Pública sea casi el triple.
A esto le podemos sumar la sensación de que para la sociedad, cuando vienen los problemas, lo último en lo que pensar es en la cultura cuando justo debería ser lo contrario, ya que es lo que nos diferencia de la vida primaria y la que nos va a mantener la cabeza despierta. Puede que por eso el poder tema tanto a los que se atreven a pensar y a los que se atreven a hablar. De todas formas, dejo por sentado que mi opinión siempre será que la gente, el pueblo, es mucho más listo de lo que los indecentes que gobiernan creen.
Ayer escuché una entrevista al actor Ernesto Alterio sobre este tema y una de las cosas que dijo es que el gobierno se estaba vengando de este sector por haberlo tenido enfrente en numerosas ocasiones, empezando por el 'No a la guerra' y siguiendo por las reivindicaciones en cada gala de los Goya, por ejemplo.
¿Sabéis que la industria cultural genera el 4% del PIB? Parece que le tienen muchas ganas al gremio, tantas como para poner en peligro y destruir muchos puestos de trabajo y para dejar de recaudar.
Un artista siempre ha sido generoso. Nunca ha medido su trabajo por horas, ni por días, ni siquiera por años. Un añadido de vocación a la profesión era y es suficiente para sentirse contento con poder dedicarse a la música, al teatro, a la escritura o a la pintura. Por eso somos gente un poco especial.
Lo que no acabo de entender es que, en pleno siglo XXI, se pueda poner en duda que el hombre sin la Cultura no es hombre. Ha sido muy fácil burlarse y criticar a unos cuantos personajes populares por su vida personal y no por su arte. Y de ahí sólo un paso para dar la imagen general interesada.
Como me dice Beatriz, este país se ve cada vez más en blanco y negro. Con lo difícil que es avanzar hemos visto lo rápido que se retrocede.
Al menos, no se lo pongamos tan fácil.