miércoles, 9 de octubre de 2013

En coche

He calculado por encima los kilómetros que llevo recorridos sentado al volante y pueden estar por encima de los 750.000, sin exagerar, sumando los cuenta kilómetros de los distintos coches que he tenido. Se podrían añadir los que he 'sufrido' como copiloto (ya sabéis cómo un conductor, cuando va en el asiento derecho, saca los pies por delante frenando a cada instante), que no bajan de los 50.000.
Esto es pisando asfalto, mi medio de transporte habitual. No puedo olvidar el tiempo pasado entre autobuses, trenes y aviones (y el ferry a Ceuta, que también cuenta).
Cuando tienes en la cabeza la hora de llegada a un destino en el que vas a dar un concierto, hay que reservar siempre un margen para imprevistos, desde un simple pinchazo a un atasco por obras. No es lo mismo, obviamente, tener que atravesar la península (Cádiz-Pontevedra, por ejemplo) que tocar al lado de casa y poder ir dando un 'tranquilo' paseo.
La verdad es que, para tanto trajín, tengo que reconocer que el balance de sucesos es muy positivo. Con mi primer trasto siempre estaba al tanto de los 'platinos'. Cuando empezaba a dar tirones, miraba a Beatriz (quien por cierto se ha tragado los mismos kilómetros que yo ejerciendo de ejemplar copiloto y sin pegar jamás una cabezada, al contrario, dándome toda la conversación posible para hacer llevaderas las horas y para evitar el sueño), y al unísono soltábamos la misma expresión: "¡los platillos!".
En una ocasión, en esas paradas tácticas que nos gusta hacer, quisimos estirarnos un poco, antes de llegar a Jaén, en plena naturaleza. Usamos un camino secundario en el que no pudimos adentrarnos demasiado a causa del barro que dejó la lluvia de los días anteriores. Cuando íbamos a incorporarnos a la carretera, con el peso del morro por el motor, se quedaron las dos ruedas delanteras hundidas. Ese día, y como cosa rara, llevaba puestos los zapatos de concierto. Y ahí me tenéis metiendo debajo de los neumáticos ramas, piedras y cualquier cosa que sirviera para facilitar el agarre. Imposible. Afortunadamente, Beatriz detectó un ruido lejano de motosierra y se adentró, campo a través, volviendo al poco con dos agricultores en un todo terreno que nos sacaron amarrando una cuerda.
Todas las flamantes, y cada vez peor conservadas, autopistas y autovías de España las he visto construir. ¿Sabéis lo que eso significa? Primero y fundamental, que antes no había sino carreteras nacionales, es decir, un carril por cada sentido, camiones por todos lados y travesías urbanas en hora punta. Con mucha suerte se podía calcular la velocidad media en 70 u 80 km/h. Y lo segundo es que, mientras se construían, todo eran obras, maquinaria pesada, cortes de tráfico y desvíos por caminos de cabras. Ahora sí que era un milagro mantener esa velocidad media.
Antes de decidirme por esta carrera pensaba que el volante de un coche podía tensarte los músculos y ser perjudicial para el concierto, por lo que había que viajar un día antes o ser llevado por un chófer profesional. Con el carné recién sacado, evidentemente, se conduce con cierta tensión, pero poco más.
Ya seguiré contando más batallitas. Lo único que recomiendo es un buen seguro de viaje para ir más tranquilo. Y una buena discoteca, bien en Cd o en mp3, para esos paisajes en los que sólo falta la banda sonora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario