miércoles, 30 de octubre de 2013

Concierto didáctico

Este lunes pasado he tenido la ocasión de actuar en la misma localidad y con la misma obra para dos públicos diferentes. Por la mañana fue para cerca de quinientos escolares y por la tarde/noche para el público adulto. Y, como estamos de gira, pues fue con la ya mencionada en otras entradas Imágenes para El Principito, para violonchelo y piano.
El enfoque que hay que dar a un concierto cuando se dirige a los niños admite variantes, aunque pienso que cuanto más cerca de la realidad esté lo que se ofrece, mejor. De toda la vida, un concierto didáctico consistía en que, previa a la interpretación de las obras, el o los músicos explicaban de una manera clara y sencilla algún aspecto destacado de la música, del compositor, del instrumento o de cualquier otra cosa que sirviera para atraer la atención de esos nuevos oyentes. Se usaban ejemplos inmediatos y se atendían a las variopintas preguntas que del auditorio emanaban.
Ahora parece que, además, hay que disfrazarse, actuar exageradamente, representar un papel o, incluso, hacer de cómico. Programas de televisión hay que dan fe de lo que digo. Y no sé yo si esto al final beneficia o perjudica.
Por mucho que nos empeñemos, lo que necesita la música es tiempo para oírla. Toda esa teoría de que hay que entenderla, comprenderla, visualizarla, analizarla..., me parece que va por otros derroteros. A mí, de siempre, sólo me ha gustado oírla y sentirla. Lo demás forma parte del estudio; pero como público, como oyente, creo que no necesita de ayuda alguna.
Por eso pienso que lo esencial en un concierto didáctico es lograr que los chavales presten atención a lo que allí ocurre, delante de ellos, en vivo y en directo. En este caso concreto, la lectura de unos fragmentos del libro les prepara la audición. Entre pieza y pieza, se les dice qué viene a continuación, y cuando acaba cada una, estallan en aplausos, silbidos y gritos, con lo que logramos que desfoguen antes de pasar a la siguiente, que escuchan atentamente. Es decir, objetivo conseguido.
Con otro tipo de obras, creo que no es aconsejable dar clases de Formas Musicales, de Armonía o de Historia y Estética. Realmente no hace falta. Si pretendemos que la música les atraiga será mejor que no les aburramos de antemano. De ser así, no pararán de mirar el reloj, de moverse incómodos en las butacas y, por supuesto, de comenzar a charlar que, más que molestar, sólo servirá para que no escuchen nada de nada.
Por eso, insisto, si lo que hacemos se acerca a la realidad, poco a poco lograremos que se habitúen a prestar atención a lo que más adelante contemplarán como espectadores, a lo que de verdad se van a encontrar, y a descubrir paulatinamente todos los placeres que puede provocar ir a un concierto en directo. Que lo que comenten al salir sea sobre la música.
Todo menos que dentro de nada, en cualquier recital, nos pidan actuar vestidos de época o que los niños puedan salir al escenario a saltar, bailar o a toquetearlo todo.
Un poquito de por favor...

2 comentarios:

  1. Salvando todas las instancias insalvables en muchos casos, conozco el caso de una empresa que gestiona el servicio de bibliotecas de un ayuntamiento que no quiere contratar bibliotecarios, sino animadores culturales que, con todos los respetos, son otra parte del tema de las bibliotecas. A esto le llama personal más flexible o algo así.
    En esas estamos Alberto
    Besis

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    1. Tú ya me has visto... Por encima de todo, la música. Lo demás es un envoltorio que alguna vez habrá que quitar.
      Un beso.

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