domingo, 22 de septiembre de 2013

Oro molido

Repasando las estadísticas del blog, que no están nada mal, por cierto, leí una de las frases de búsqueda con las que Google te puede dirigir al mismo. Decía profesora de música desmotiva. Ya sabéis, por activa y por pasiva, que lo que hizo que comenzara a escribir fue constatar el daño que la enseñanza y el ejercicio del piano pueden llegar a causar. Con lo fácil que sería enfocar todo hacia el disfrute y la seguridad.
Esto no es nuevo para mí. En mi época de estudiante de piano, todos, absolutamente todos, estábamos entregados a la causa. Aún así, sólo recibíamos coces a diestro y siniestro. Algunos lo justifican diciendo que era otra época, pero yo no pienso admitirlo ni darlo por prescrito. El daño, el gran daño moral y psicológico queda grabado a fuego de por vida. Para soportarlo hay que añadir un sobreesfuerzo que no todo el mundo es capaz de aguantar. De ahí la frustración, la inmovilidad, la desgana, la tristeza.
Por eso quería dirigirme a los profesores, para recordarles que el material con el que trabajan, o sea los alumnos, es oro molido. Sobre todo en grado medio, adonde estos alumnos han llegado porque QUIEREN estudiar música, y no digamos ya en el superior, donde para casi todos se ha convertido en una opción profesional y de vida. Me sigue sonando muy raro el extendidísimo comentario de no hay nivel, nadie estudia..., repetido hasta la saciedad en corrillos, reuniones de departamento y tutorías.  
¿Cuál es el problema? No ser capaces de cortar esta especie de cadena que sólo hace repetir errores y comportamientos estereotipados. Si a mí me dieron, pues yo a dar.
Comienza el nuevo curso y os propongo un objetivo para quien quiera oírlo:
No dar por perdido a ningún alumno, escarbar en su interior hasta encontrar el interruptor que lo ponga en marcha y entender que viven una etapa convulsa llamada pubertad o adolescencia que pasará. Todo el curso sin una bronca, sin una mala cara, sin desanimar a nadie, luchando por la utopía, buscando la alegría, el estímulo, la seguridad. En definitiva, ejerciendo adecuadamente la sagrada responsabilidad de enseñar. Ellos son el futuro.
¿No sería precioso, al llegar al final, habernos convertidos en Maestros en vez de meros profesores? ¿No os gustaría, de verdad, haber creado escuela? ¿No os sentiríais satisfechos al ser referentes de una o varias generaciones?
Está en vuestras manos. De vosotros depende que entre el aire fresco.



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