miércoles, 14 de agosto de 2013

Belleza

Hay siempre un momento, en la playa, en el que me quedo extasiado contemplando cómo rompen suavemente las olas en la orilla. Ayer estaba bajo la sombrilla, con el libro de Thomas Mann entre las manos, cuando al levantar un poco la vista me atrapó la espuma blanca. Seguí leyendo. Más tarde, cuando los rayos del sol ya no queman y la luz va llenándose de matices dorados, tras esa breve siesta de la tarde, abrí los ojos desde la toalla para volver a disfrutar de ese sencillo pero mágico espectáculo.
En esa niebla mental, y no me preguntéis por qué, me planteé si la belleza de este momento necesitaba de mi contemplación.
Recordé la sopa primigenia, donde se piensa que tuvo lugar el origen de la vida en la Tierra hará poco más de 3.500 millones de años, con todo su verdor. Y de ahí pasé al constante batir de olas que simultáneamente se producen en todas las costas del planeta. Me quedé visualmente con el que muestran los documentales en la tele de las zonas polares, con el agua color de acero chocando con el hielo o con las rocas negras (he dicho que me estaba despertando de la siesta).
Y de ahí la pregunta: si no contemplamos ese hecho tan repetitivo aunque único cada vez (un amigo biólogo marino especialista en mareas me contó que no hay dos olas iguales), si no estamos delante para apreciar su belleza, ¿deja de ser bello? Las continuas muestras de belleza de la Naturaleza ¿sólo lo son cuando son contempladas? (Esto me huele a Estética pura y dura y con este calor mis sesos no dan para más).
De mirar la orilla a pensar en la Música sólo pasaron dos segundos. ¿Cuándo es bella una obra musical? ¿La Novena Sinfonía de Beethoven sigue siendo una obra sublime a pesar de estar colocada en la estantería en modo partitura? ¿Hasta que no suenan las trompas y los seisillos de semicorcheas en los violines segundos y los violonchelos no podemos dar fe de su belleza? Si la leo en vez de tocarla y la oigo en mi cabeza, ¿es bella? ¿Se necesita de un público que la admire y valore, que la sienta y la disfrute para completar el círculo? (¿es necesario todo esto cuando uno está tumbado en la arena plácidamente?).
La discusión tan antigua de si el pianista (el músico) es el recreador de la obra musical compuesta, o sólo el estricto lector, o más importante que el mismo compositor, es algo que nunca me ha quitado el sueño. Bastante tenía con estudiar para encima plantearme cuál era mi papel. A esto se dedican los que no tocan, los teóricos.
Yo sólo sé que la belleza nos asalta en cualquier momento, inesperadamente. Da igual qué velo la cubra, ya sea Pintura, Música, Literatura, Naturaleza... Entonces tenemos que activar la burbuja que nos aísla del ruido para no perder detalle, para zambullirnos sin miramientos, para perder el control y llegar al éxtasis, para sentirnos personas vivas y plenas.
Si nos perdemos con todos los males que a diario llevan este mundo hacia un destino que no nos gusta, nos quedaremos sin ese balón de oxígeno que nos hace recobrar el sentido de la vida. No estamos en situación de despreciar todos los destellos que continuamente se nos ofrecen al alcance de la mano, pues necesitamos energía estética.
Anoche acabé el día tumbado en la azotea viendo la lluvia de estrellas de las Perseidas. Un auténtico placer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario