domingo, 21 de julio de 2013

Agenda

En esta carrera hay un hecho que siempre me ha dejado un poco intranquilo, que no llego a dominar del todo aún a estas alturas, y es el anotar las fechas futuras en una agenda. Antes de continuar y como consejo sencillo pero útil, os recomiendo usar sólo una agenda para evitar despistes y que, llegado el día, los organizadores no anden buscándonos como locos porque no aparecemos (a mí no me ha ocurrido nunca pero sí lo he aprendido por otros pianistas muy conocidos).
Cuando los grandes intérpretes alardean (porque son un poco chulos, todo hay que decirlo) de tener fechas fijadas para los próximos tres, cuatro y hasta cinco años, me da por pensar en que, en el fondo, nos sentimos (se sienten) inmortales y libres de cualquier imprevisto. Ojo, que tampoco soy de los que viven en un susto permanente en plan agorero a la sombra de la mala suerte. Pero ya he comprobado que la vida te da sorpresas, al menos cuando estás dispuesto a dejarte sorprender y no vives una rutina como uno que conocí, que con veintitantos años vivía esperando el día de la jubilación sabiendo de antemano cuál iba a ser el contenido de todos y cada uno de los días: apasionante.
Por concretar un poco más: imaginemos que ahora mismo, porque ya hemos hecho meses atrás las gestiones oportunas, tenemos fijados unos cuantos conciertos para el 2014, cada uno con su programa, que no es casi nunca el mismo pues se van colando y entremezclando las distintas propuestas. Estupendo. Esto nos deja tiempo de sobra para organizarnos, para estudiar y para descansar. Pero no es fácil y hay que saber hacerlo, al menos proponérselo.
Años atrás reconozco haber sido un poco obsesivo con esta cuestión al desvirtuar el ritmo incesante de la carrera y no crear una puerta para poder cerrar el chiringuito llegado el momento. Si hacemos un poco de memoria, durante los años de estudio venimos marcados por el sistema 'prepara un programa durante varios meses y vomítalo en el examen/audición/recital' o lo que sea. Es decir, que si en septiembre (o en junio) el profesor nos fijaba el repertorio, estudiábamos con la vista y la mente puestas en el mes de mayo/junio del año siguiente.
Esto causa una especie de puente vital que nos aísla de participar del tráfico cotidiano (creo que se entiende el símil). O sea, que por tener los sentidos volcados en la meta, puede que se nos pasen de largo las curiosidades del camino e incluso las metas volantes. Creo que es interesante pensar en esta circunstancia y procurar dominar o controlar el transcurso total de nuestra vida. Ésta se compone de muchos y variados elementos y no sólo del estudio del piano y de su concreción en un recital en un día determinado con antelación. Sería algo así como no disfrutar de las veinticuatro horas del día, de los siete días de la semana o de los 30 días del mes. Como si pudiésemos despreciar días rellenos de aire porque no aportan nada a nuestro objetivo.
Con el paso de los años, al mirar hacia atrás, da gusto recordar el recorrido detallado de nuestro paso por este mundo. Pero os aseguro que es mucho más satisfactorio recordar cómo las fechas y destinos que dan sentido a nuestra profesión han sido rodeadas de numerosos desvíos, recovecos, imprevistos, placeres, visitas, comidas, paseos, paisajes, personas y un largo etcétera, de los que no me cuesta nada reconocer que debo en su totalidad a quien ha sabido guiarme y cuidarme durante los últimos treinta años, Beatriz.

(En la foto os muestro mi primera agenda y mi primer listín telefónico, que aún conservo).

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