miércoles, 26 de junio de 2013

Querido diario

01:45. Parece que ya ha refrescado un poco. Ha saltado un viento de Levante que me tiene la cabeza a presión y no hay manera de que baje la temperatura. Las previsiones son de 19º centígrados para la noche. Aparentemente, el pueblo dormita, así que, a la cama, que ya es hora.
02:15. Cual trompeta de un Arcángel, he percibido por las dos orejas, con un magnífico crescendo, el zumbido del mosquito que me va a alegrar la velada. Comienza la cacería, afortunadamente no muy larga. Ventajas de pintar las paredes de blanco.
03:00. Último vistazo al reloj, de lo que deduzco que caí al poco tras dar más vueltas sobre mí mismo que un pollo en un asador.
08:45. Abro un ojo. Lo cierro. Enciendo el disco duro, no obstante. 
10:00. Ahora que venía lo bueno, el disfrute del remoloneo, decido que no puede ser, que un pianista se debe a su piano.
11:45. La mochila nevera está lista: papas aliñás, carne en lonchas (un magnífico Lomo a la piña) del día anterior, ciruelas amarillas y rojas (de pequeño tuve un ciruelo en mi casa que daba ilimitadas frutas en verano), cervecita, Coca-Cola, agua (líquida y helada), galletas, chocolate...
12:03. Último repaso en el coche. ¡¡¡A la playa!!!
13:07. Clavo la primera sombrilla. La pleamar está prevista para las 17,45, así que hay tiempo de sobra para disfrutar del frescor de la arena húmeda. Clavo la segunda sombrilla.
13:17. Aprovechando la infinita orilla lisa, iniciamos un delicioso paseo. Más tarde sería muy cansado.
14:20. La piel recibe como un regalo el primer chapuzón. Temperatura del agua 24º, según la AEMET. Según yo, 22º, y se nota la diferencia. Gloria bendita.
14:45. Nada suena tan bien como el sonido que se produce al tirar de la anilla de la lata de cerveza. Y nada sabe tan bien. Damos detallada cuenta del catering.
15:15. Primer intento de poner el disco duro en 'suspensión'. Imposible. La maravillosa luna que nos acompaña estos días está causando que la marea alcance un coeficiente muy elevado, como así lo atestiguan las huellas de la anterior pleamar.
15:18. Cruce de miradas interrogantes. Acuerdo tácito. Primera mudanza. Retroceso al límite visual entre la arena húmeda y la arena seca.
15:22. Junto a las dos sombrillas desplegamos el toldo con el que llevamos doce años gozando de 'la mejor sombra de la playa', en opinión consensuada de los paseantes. Forma de pentágono alargado, dos mástiles y seis vientos con piquetas especiales. De auténticos profesionales.
15:35. Segundo intento. Incremento de la brisa marina en contra de la opinión de la AEMET. Sí acierta en que el viento del este rolará a sur y poniente. El placer se incrementa a nivel paraíso (no hay nada peor que la calma después de comer pues los goterones de sudor sólo se pueden eliminar haciendo inmersión a tres metros de profundidad).
15:48. Nuestro primer puesto de acampada ha sido barrido por una ola que ha llegado a escasos dos metros del actual. Nuevo cruce de miradas. Nuevo acuerdo tácito. A falta de dos horas para su máximo, es aconsejable otra mudanza. Todo el mundo hace lo mismo. Por la derecha, a quince metros, una pareja. Por la izquierda, a treinta metros una familia. Sigue siendo un paraíso.
16:00. Al agua. Ni digestión ni tonterías. Un buen remojón y... en suspensión. Por fin.
18:30. Tras dos chapuzones más es cuando verdaderamente apetece el cuerpo a tierra y el abandono. El infantil intento de frenar la inundación en el segundo puesto con una muralla alta y bien prensada ha sido barrido.
20:00. El cuerpo, la cabeza, el alma... Todo ha sido renovado. Recogemos en tres minutos, que ya hay mucha práctica. Vuelta a casa. Parecemos dos bebés a punto de dormirse.

Mañana levantaré la tapa del piano con más ganas y en mejor forma. Una jornada así tendría que estar incluida en los planes de estudio y, si no, ser recetada por el médico de cabecera.
A falta de todo lo anterior, nadie mejor que uno mismo para decidir cuándo tomarse un respiro. ¡Que ya es verano!

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