domingo, 12 de mayo de 2013

Raíces y alas

Nos pasamos media vida intentando entender de qué va todo esto y la otra media queriendo parchear todos los desgarros. Y no todos lograremos llegar al final con las riendas bien seguras y los cajones en orden. Según parece, así es la vida.
Por eso es tan importante que quienes nos moldean desde que somos poco más que plastilina lo hagan con amor y entrega, con absoluto desinterés, mirando en nuestro interior, conociéndonos y con el máximo esmero. Ya sabemos que la mochila se va cargando y que resulta casi imposible vaciarla, ni siquiera en parte. De ahí la tremenda responsabilidad que tienen los padres y los educadores, que caminar teniendo que usar muletas no es fácil ni agradable.
Es cierto que cada uno trae de fábrica sus propios ingredientes y con ellos la tendencia a disfrutar o sufrir, a luchar o rendirse, a avanzar o estancarse, pero hasta que somos conscientes de que dependemos de nosotros mismos tenemos a nuestro alrededor un grupo reducido de personas que nos influyen y nos marcan. Hay una gran diferencia en el resultado según se comporten.
Leía Beatriz junto a mí cuando me citó una frase impresionante: "La verdadera misión de los padres es darte raíces y alas". Eso sí que es un regalo, una buena herencia. Automáticamente la trasladé a nuestra parcela porque bien podría ser el emblema que colgara de la puerta de un conservatorio. ¿Os imagináis? La verdadera misión de un conservatorio es dar raíces y alas.
Qué dos palabras tan antagónicas y necesariamente compatibles.
Raíces: indispensables para pisar fuerte, para caminar con seguridad, para crecer, para sostener, para alimentar.
Alas: no sólo para volar, sino para despegar al fin, para observar con perspectiva, para romper, para escapar y, por qué no, para regresar.
Miro mucho hacia atrás, quizás demasiado, porque intento comprender y escribir sobre ello. Ahora entiendo que es vital que nuestro profesor, nuestro maestro, nos dé un lugar estable al que recurrir, al que volver a tomar aliento, y del que nos nutramos abundantemente. Una buena y amplia formación nos va a servir de por vida y nos va a ayudar a resolver todos los nuevos retos que nos propongamos, con valentía y seguridad. Pero, ¿qué pasa si en ningún momento se nos permite alzar el vuelo en solitario? ¿Qué ocurre si llegado el momento nos bloqueamos por no haber previsto que tendríamos que hacerlo? ¿Qué si convertimos el nido en cárcel?
Creo que no necesito extenderme hoy mucho más, que las dos palabras en sí mismas lo dicen todo. Sólo citar a Juan Ramón Jiménez quien, en un aforismo recogido en su libro recopilatorio "Ideolojía", dice:
"Raíces y alas, pero que las alas arraiguen
y vuelen las raíces a continuas metamorfosis".

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