miércoles, 24 de abril de 2013

Granada

Hace poco hablaba de esta ciudad para recordar a Dámaso García Alonso, quien fuera presidente de Juventudes Musicales y a quien estuvo ligada mi actividad musical. Hoy voy a insistir un poco más ya que el lunes pasado ofrecí una nueva Máster Class en el Conservatorio Profesional 'Ángel Barrios'.
En primer lugar, agradecer el entusiasmo de Mª Ángeles Serrano desde que le propuse la idea. Entre tantas clases y otras muchas actividades con las que lidia, sé que no es fácil lograr coordinar a profesores y alumnos, que se sumaron también desde el Conservatorio Superior 'Victoria Eugenia', liderados por Antonio Sánchez Lucena, cuyos 24 Estudios de Chopin sigo envidiando.
Voy cogiendo velocidad en estos encuentros. Cada vez me siento más a gusto hablando sobre el piano y la carrera, y recordando numerosas anécdotas y vivencias que pienso pueden servir para prevenir o estar un poco más alerta ante todo lo que sucede a los pianistas. Me gusta sentir que cinco horas se quedan cortas, que pasan volando. Y me gusta cuando, poco a poco, las preguntas que tímidamente se bloquean en la garganta van saliendo al no poder aguantar las ganas. Lo digo siempre: todos hemos pasado y seguiremos pasando por lo mismo. Es un terreno común y se puede comprobar en las entradas que he escrito hasta la fecha.
Y me sigo convenciendo, al ver las caras de los jóvenes oyentes, de que el estudio del piano y su posterior ejercicio necesariamente ha de ser algo placentero. No lo concibo de otra manera. La época en la que la enseñanza se basaba en la autoridad rígida y severa ya pasó, aunque permanezcan algunos tics que se transmiten, puede que de manera involuntaria. Hay que tomar consciencia de que determinados comportamientos pueden acarrear secuelas para toda la vida. Esto, tan claro en la pedagogía moderna aplicada a la escuela, parece que no va con los conservatorios. Por eso disfruto cuando encuentro profesores activos, optimistas, incansables y volcados en sus alumnos de los que sólo pretenden sacar lo mejor de ellos mismos. Cuando te entregas recibes en igual proporción y la profesión docente toma sentido.
Me gusta ver cómo se iluminan las caras al comentar repertorios conocidos, experiencias repetidas y problemas similares que, al salir a la luz, se muestran accesibles y fáciles de solucionar, sobre todo con buen humor, que es el tono que intento mantener y que me sale espontáneamente. Y también al compartir las ilusiones y los sueños.
Creo que la práctica pianística está garantizada. Creo que hay profesores que saben lo que hacen. Creo que hay alumnos que se lo toman en serio. Y creo que cuanta más información demos, cuanta más naturalidad se aplique al piano, más sencillo será que salga una oleada de nuevos pianistas por las puertas de los conservatorios, perfectamente preparados para entretener al a su vez más numeroso público y dispuestos a disfrutar de una actividad que, alguna vez espero, se convertirá por definición en placentera. 

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