miércoles, 9 de enero de 2013

¡Mañana será otro día!

Hay días que comienzan con una maraña de asuntos por resolver, cada uno de su padre y de su madre, que llegan a poner la cabeza a mil por hora. Recordé una entrada que escribí al respecto en junio pasado, titulada La batidora, en la que trataba varios aspectos, incluidos la manera de abordarlos con distancia.
La necesidad de que nuestra cabeza funcione por carpetas, algo en lo que Beatriz me insiste continuamente, creo que es interesante para nosotros los pianistas. (Siempre que hablo lo hago por experiencia propia y, como sé que no soy único en el mundo, creo que me suceden cosas normales, como a muchos otros). El esfuerzo debe ir encaminado a no mezclar dichas carpetas. Todas las parcelas de nuestra vida han de tener, cada una, su carpeta, a fin de no mezclarse.
Esta teoría, si no tenemos el hábito, es muy fácil de enunciar y muy difícil de cumplir. Por eso, cuanto antes comencemos mucho mejor.
Tengo comprobado que, casi siempre, ponerse a tocar es un buen escape, por mucho ruido que tengamos en la 'azotea'. Al final, el ruido de las notas será más potente y acabará acallando el runrún o come-come cerebral. Pero a veces, ni por esa nos escapamos.
Es más que probable que una batería de problemas logre desanimarnos y nos haga ver el horizonte más que nublado. Ya sé que es cuestión de caracteres y cada uno se toma las cosas como sabe o como puede, pero si vemos la montaña muy alta en ese momento concreto, es lo que hay.
Aquí es donde creo que los pianistas tenemos un grave peligro de desmoronamiento. Tenemos muy fácil que las circunstancias nos provoquen una 'bajona' debido a nuestra sensibilidad. Estamos acostumbrados a trabajar sin descanso, a superar metas inaccesibles, a sacrificarnos..., pero suele ocurrir que cuando más desprevenidos estamos nos asalte una tontería y nos derrumbe. Digo tontería por simplificar ya que cada tema tiene su importancia.
A lo largo de la carrera los periodos de desánimo aparecen sin dar explicaciones y es posible, ya con el tiempo a mis espaldas, que se deban a interferencias para nada relacionadas con la música. Por poner un ejemplo al alcance de todos, servirían los amores adolescentes . A ciertas edades todo se magnifica y es frecuente dramatizar, llevándose todas las de perder nuestra brillante carrera. Cuando estamos descendiendo, ¿quién puede ponerse a pensar en estudiar?
Pues ahí entra en acción el mecanismo de las carpetas:  pasaré un buen rato, o una buena noche en blanco, con el tema del 'me quiere no me quiere', pero, llegada la hora, hay que sobreponerse, pegar carpetazo momentáneo, y pasar a otro asunto. Si hay que estudiar, hay que hacerlo. Puede parecer algo frío, lo sé, pero siempre he oído que para mantener la calma hay que mantener la mente fría.
Así que, estos días en los que se nos acumulan las decisiones y los trabajos pendientes, hay que saber pensar y decidir y, sobre todo, no mezclar.
Afortunadamente, el tiempo va pasando, lentamente eso sí, y las soluciones van llegando. Y mañana será otro día.
Si a pesar de todo no lo logramos, pues a la calle a desfogar, a divertirse, a pasear, al cine, a ver gente... ¡Y mañana será otro día!

No hay comentarios:

Publicar un comentario