domingo, 9 de septiembre de 2012

Septiembre

Puede que aún nos quede alguna telaraña en el cerebro tras las vacaciones. Todos nos merecemos un descanso, que dedicarse al piano es agotador, pero ya va siendo día y hora de comenzar la puesta a punto.
Como ya he comentado en entradas anteriores, mis veranos se caracterizaban por el estudio continuado, por aquello de no perder facultades (ni que fuera un paquete que pudiera dejar olvidado en la barra de un bar). Siempre sentí una leve envidia de mis compañeros cuando contaban lo bien que se lo habían pasado en un viaje, en su pueblo o tumbados a la bartola en vida contemplativa.
Ahora sé que apenas dos días bastan y sobran para que los músculos muevan las articulaciones con alegría. Lo demás es un problema mental. Si confiamos en nosotros mismos, asunto cerrado.
Este es un mes estupendo para recordar cómo ha sido el curso anterior, sacar conclusiones y reconducir el sentido de nuestra ruta. Por supuesto, también, para reencontrarnos con los compañeros y amigos tras una larga separación.
Incluso un día como hoy, un domingo, es estupendo para revisar nuestro repertorio. ¿Por qué siempre nos sentimos como disminuidos en este aspecto? ¿Por qué nos parece que 'el otro' toca mucho más que nosotros? Haced la prueba, que es muy sencilla. Con un folio en blanco por delante, anotad los autores que han pasado por vuestras manos, los habituales (Bach, Scarlatti, Haydn, Mozart, Beethoven, Schubert, Chopin, Schumann, Liszt, Mendelssohn, Brahms, Debussy, Ravel, Albéniz, Granados, Rachmaninoff, Prokofiev, Falla, Turina, Shostakovich, Mompou...). En cada uno de ellos escribid las obras completas que habéis estudiado. Ahora añadid las incompletas y las que casi estuvieron en pie, las que les falta un empujoncito.
No olvidéis incluir los conciertos para piano y orquesta y las obras de cámara (esperad un momento, que me he quedado sin folios).
¿Os dais cuenta? Somos unos máquinas. Tenemos un repertorio tremendo. Entonces, ¿por qué pensamos que no? Muy fácil: todas estas obras las hemos ido trabajando a lo largo de muchos años pero han ido quedando aparcadas porque siempre teníamos alguna nueva que montar. ¿De verdad pensáis que no servís para esto? No me lo puedo creer.
Siempre he tenido clara una comparación: si hubiésemos sido pianistas a finales del siglo XIX o principios del XX (y más todavía), con nuestro nivel, ni más ni menos, habríamos estado en la primera línea del piano mundial. ¿Por qué no valorar adecuadamente el resultado acumulado de tanto trabajo?
Por último, tras esta inyección de optimismo, escribamos una última columna, la más ilusionante: aquellas obras que nos gustaría llegar a tocar. Igual no puede ser este año, pero plantemos la semilla. Hay obras que son como árboles, que necesitan años para crecer, pero la gran mayoría no van más allá de ser florecillas silvestres.

Cuando dudemos de nosotros mismos, de nuestra capacidad, de nuestro potencial, de nuestra valía, de nuestras agallas, echemos un vistazo a esos folios y sintámoslos no como un pasado, sino como un presente latente a la espera de una bayeta abrillantadora. Os dejo, que me voy a 'zampar' la Fantasía de Schumann, que me han entrado ganas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario