domingo, 16 de septiembre de 2012

El pintor y el pianista

Hay una diferencia clara en la presentación ante el público entre un pintor y un pianista: el directo. Siempre pensé que para un pintor el trabajo difícil era crear su obra, desde imaginarla hasta plasmarla en un lienzo. Éste debía ser el equivalente con los pianistas, el estar horas y horas en torno a una misma obra hasta darla por finalizada. El artista plástico sólo tendría que colgar su cuadro en exposición para que el público pudiese contemplarlo, admirarlo y comprarlo, así de fácil. Sin embargo, los pianistas, con el mismo trabajo previo (no vamos a discutir quién trabaja más o qué es más fácil) nos la jugamos en el directo, por muy bien que nos saliera en casa media hora antes.
(Por favor, antes de poner en duda mi planteamiento, seguid leyendo, que no he terminado). Parecería que el pintor tendría la gran ventaja de ahorrarse los nervios, la tensión y el riesgo al enmarcar los cuadros... Pues no. El razonamiento, que puede parecer obvio y sencillo, no se suele dar. He visto pintores temblar de miedo minutos antes de una inauguración, ponerse lívidos y sudorosos, estar a la que salta por cualquier tontería, dudar de todo su trabajo y querer salir corriendo... (¿era el pintor o el pianista?).
Las carreras artísticas tienen en común un sólo final que es el que hace que se disparen todas las alarmas: el beneplácito y la aprobación del respetable. Lo mismo le sucede a los compositores, a los actores, a los escritores, a los toreros... Da igual si el trabajo puede quedar fijado en el tiempo o debe reproducirse en riguroso directo. Cada uno tiene su entripado.
Andaba yo dándole vueltas a esta idea (por la orilla de la playa, por si le doy envidia a alguien) y se me cruzó otra que está muy relacionada: 'No hay dos conciertos iguales'. En una ocasión le hicieron esta observación a María Callas y respondió que si se esforzaba al máximo era justo para conseguir lo contrario, que cada concierto pudiera ser como el anterior.
Estoy harto de discutir con los amigos si hay que llegar al concierto con una dosis de improvisación o todo tiene que estar bien atado. Me inclino por la segunda opción, del lado de la Callas. Ya sé que no hay dos salas iguales ni dos pianos idénticos, por lo que parece que la afirmación se desmonta por sí misma. Pero voy más allá, no al hecho físico, sino al artístico. Si estudio a destajo es para conseguir hallar el sentido de la obra que toco, para encontrar su discurso, su espíritu. Eso no se puede dejar al azar o a una tarde de gloria. Es más, soy incapaz de tocar en casa sin imaginarme en un escenario con oyentes muy exigentes en las butacas. No puedo pensar que el último retoque se lo voy a dar en directo, a lo que salga, que para eso soy artista y los artistas somos así.
No sé si todo el mundo estará de acuerdo, pero he tocado con mucha gente que venía a los ensayos a dar, como mucho, las notas. Cuando les preguntaba por qué no se entregaban un poco más, me respondían sistemáticamente lo mismo: el día del concierto ya lo haré como es debido. Lo siento, pero no puedo compartir este razonamiento.

Creo que un pianista debe ser como un pintor: llevar la obra al máximo de perfección antes del recital e imaginar que la va a colgar para que todos los que la vean en sucesivos días puedan tener la misma impresión. De no ser así, habrá días buenos y días menos buenos, con la excusa famosa de 'el directo es lo que tiene'. Que le pregunten a la Callas.

2 comentarios:

  1. Me encanta cómo manejas las similitudes con estas dos artes. Estoy totalmente de acuerdo en que uno como músico tiene que llegar al escenario con una idea bien preparada de lo que va a decir (aunque esto pueda cambiar en el momento). En lo único que difiero es en que los toreros sean artistas :/
    Gracias de nuevo!
    Gina.

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  2. Gracias por tu comentario y por tu sinceridad. Se trata de que esos cambios sólo sean fruto del directo y no de la creatividad momentánea.
    Mi más cordial saludo.

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