domingo, 24 de junio de 2012

Estudiar de memoria

Hace un par de días he recibido un comentario relativo a la memoria que me ha hecho recordar una situación que viví y que tuve que resolver yo mismo.
A la hora de preparar los recitales es obvio que decidimos qué programa vamos a tocar. Una vez elegidas las obras, ya sean nuevas o recogidas de años anteriores, tras el consabido esfuerzo de estudio y pasándolas por el túnel de lavado y pulimentado, solemos repetirlas un número ilimitado de veces hasta que logramos memorizar las miles de notas, acordes, pedales, matices, tiempos, digitaciones... Hasta aquí creo que describo una rutina común a nuestra especie.
El hecho en cuestión me empezó a ocurrir en el transcurso de la temporada, es decir, con el programa bien agarrado y la memoria segura. Día tras día, el estudio preparatorio a los recitales consistía grosso modo en la repetición minuciosa de determinados pasajes y en la interpretación de las obras, de arriba a abajo, cual si del propio recital se tratase, metiéndome en situación. Era la manera de comprobar si la memoria seguía funcionando y de ir evolucionando en la interiorización musical. Digamos que no me permitía machacar mecánicamente para ejercitar los dedos sino que buscaba mejorar la faceta artística.
Un buen día empecé a notar una cierta fatiga mental acompañada de una leve inseguridad. Poco a poco iba sintiendo que dejaba de controlar el conjunto y que se iban cayendo poco a poco una nota aquí y otra allí. Cuando una digitación dudaba y no venía correctamente, por ejemplo, tenía que retomar el pasaje completo para poder continuar. Otras veces una nota en los graves era tocada a una octava distinta. Otras confundía la armonía que llevaba a la repetición de la exposición con la que abría el desarrollo. Incluso llegué a comenzar una obra con la tonalidad alterada en un semitono (las menos veces; por cierto, hay una anécdota de Brahms al respecto con la Sonata Appassionata cuyo primer tiempo tocó en Fa sostenido sin despeinarse).
Eran pequeñeces, pero era como si las obras se fuesen llenando de pequeñas trampas. Al acabar la jornada de estudio salía intranquilo, incluso desasosegado, y no veía el momento de volver a tocar de nuevo para comprobar si seguía todo en su sitio. Como me podía ocurrir indistintamente con un obrón que con una pamplina, empecé a analizar y a estar atento a las claras señales de que algo no iba bien. Afortunadamente nunca me ocurrió en los conciertos, sólo era en casa. Pensé que igual el grado de concentración era inferior, pero ya he dicho que me gusta estudiar metiéndome en situación, imaginándome en la sala a la que voy a ir y recreando la sonoridad que sé que me voy a encontrar.
La luz se encendió un día. Había dado con la tecla (no es un chiste, que conste). Era tan sencillo que no me lo podía creer. Resultó que, como todo estaba listo y lo último era la memorización, la lograba tocando de memoria: lógico. Si lees no hay memoria: ¡error! Cuando noté como si a cada nueva interpretación fuese desgastando la obra, perdiendo notas poco a poco, a jirones, como si ésa pudiese haber sido la última vez que me saliera correctamente, entendí que el problema estaba precisamente ahí, en la manera de mantener la memoria, o sea, de memoria. Caí en la cuenta de que mi cabeza necesitaba refrescar los recuerdos visuales para mantener frescos todos los elementos ya citados. Simplificando, tenía que volver a estudiar regularmente con la partitura delante. Fue mano de santo. Volvieron las imágenes a mi mente con facilidad, volví a relajar la tensión, volví a confiar en mis capacidades, entendí que la obra no se iba a desintegrar por tocarla.

Una cosa es que la música sea un arte inmaterial y otra cosa es que no pueda quedar fijado de una vez para otra. Desde entonces me gusta estudiar, además, con la partitura en la mano, sin tocar, leyendo y descubriendo nuevos detalles que, sentado al piano, pueden pasar inadvertidos por estar preocupado con los dedos. ¡Con lo cómoda que es mi butaca!

2 comentarios:

  1. Leo tus posts y cada vez soy más consciente de que, aunque hables para concertistas de piano o para músicos en general, y yo no soy ninguna de las dos cosas, muchas de tus reflexiones nos valen a los legos. Este va para todos aquellos que están estudiando oposiciones y se examinan pronto. Gracias
    Patricia

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    1. La verdad es que, cuando escribo las entradas, a veces tengo que reconducir hacia la música, que no deja de ser una actividad como cualquier otra profesión con todas sus similitudes. Lo de estudiar de memoria supongo que sería aplicable a la tabla periódica de los elementos, cada vez que la recitáramos podría irse perdiendo uno, o dos, o tres...
      Muchas gracias por comentar.
      Un beso,
      Alberto.

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