miércoles, 18 de abril de 2012

La segunda puerta

Nos quedamos en el éxito de nuestro primer concierto profesional.  Elegí para esta primera actuación la propia ciudad, con asociación musical incluida, pues era obvio que tendríamos mayores posibilidades de conseguirlo. También nuestro círculo de amistades y la familia se encargarían de llenar la sala. Aunque no deja de ser un ejemplo genérico es el más cercano a la realidad.
Pero con uno sólo no basta. Éste tiene que ser el primero de un buen número de ellos en los que afianzaremos el primer peldaño de la larga escalera. Poco a poco iremos dándonos a conocer y otros hablarán de nosotros, nuestro nombre se irá publicando tanto en prensa como en páginas de internet variadas (incluida la del FBI) e iremos cogiendo rodaje y seguridad. Es el momento de probar el mayor número posible de obras y estilos para darnos cuenta de con qué nos sentimos más cómodos o más ilusionados y conocer la reacción del público que, aunque muchos lo nieguen, es importante pues para él tocamos.
Ahora que tenemos las facultades en su apogeo (insisto, no es necesario haber finalizado la carrera) y tenemos ese respaldo psicológico de nuestro profesor, que no ha hecho otra cosa que exprimirnos hasta conseguir lo mejor de nosotros mismos, es un buen momento para apuntarnos a un concurso. ¿A cualquiera? En principio no veo inconveniente, pero pienso que es mejor hacer una pequeña criba pues, en caso de que no nos vaya bien, puede crearnos cierta inseguridad. A la hora de la verdad, un concierto no tiene nada que ver con un concurso, los parámetros son muy diferentes y no hay que mezclar. En los nacionales podremos medir fuerzas con pianistas formados en similares condiciones y con un rango de edad bastante bien ajustado para evitar desequilibrios. No voy a citar ninguno en concreto pero os diré que, más que la cuantía económica, deberíamos fijarnos en la extensión de los premios, es decir, si llevan incluida una gira de conciertos o una beca de estudios. Una gira salida de uno de los que yo gané fue mi comienzo como concertista y pude tocar en ciudades en las que no hubiera sabido ni cómo contactar.
Si se nos da bien el asunto y vamos quedando en los primeros puestos (y si no, también), igual podemos atrevernos con un concurso internacional, bien en España o allende las fronteras. Para quitar hierro, diré que en esencia es lo mismo. La mayor diferencia radica en que los concursantes vienen de fuera y parte del jurado también. Ya comenté en otra entrada lo mucho que se aprende de esta circunstancia. Pero vamos, que Chopin se toca igual en todos lados, no hay que tener complejos. Aquí también conviene realizar esa criba pues existen certámenes (en mi época al menos) en los que ser español es sinónimo de 'eliminado en la fase de selección' o, como mucho, el premio es tocar sólo en la primera tanda, con la consabida palmadita en la espalda y la sonrisa con la carita torcida señalando la puerta de salida (qué me cuesta no dar nombres, al menos uno en concreto, el más sangrante). Si tenéis medios, no dudéis en salir, se toca más tranquilo, se es más uno mismo y no hay tanta presión (algunos concursos corren con los gastos si se pasa a la segunda prueba).
Poco a poco vamos forjando nuestra personalidad como músicos y vamos teniendo sensaciones que nos hacen desear seguir tocando o quizás entrar en una farmacia en busca del remedio a esa urticaria nerviosa que se extiende peligrosamente. Insisto, somos jóvenes, estamos empezando y nada es definitivo ni irremediable. Lo que sí es cierto, claro, bajo mi punto de vista, es que si vamos a renunciar a ser concertistas para dedicarnos a la docencia, debería ser después de un periodo no inferior a cinco años en los que nos hayamos dedicado en cuerpo y alma al estudio, a viajar, a montar repertorio nuevo, a tocar en público, a hacer música de cámara, a probar como solista con orquesta, todo ello en una época en la que la cuestión económica no va a ser determinante y nos va a permitir acceder a más escenarios de los que pensamos. Pero hay que hacerlo, activamente. Y, por supuesto, no van a venir a buscarnos a casa. Tenemos que hacer gestiones o que alguien las haga por nosotros, tener un agente, que previamente nos exigirá que hayamos rodado, ganado concursos, hecho cámara, actuado con orquesta... La pescadilla que se muerde la cola.
Así que, paso a paso, sin prisas pero sin pausas.

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