domingo, 11 de marzo de 2012

Al principio...

Me parece que la entrada número 20 es buena para resituarnos. He ido escribiendo sobre varios temas y creo que queda para rato. Pero hoy me gustaría comentar qué pasó por mi cabeza el día que me decidí a abandonarlo todo para dedicarme a tocar, a dar conciertos. Yo iba  bastante bien encaminado por la senda marcada (siempre he sido bueno y obediente). Acabé mi carrera estupendamente mientras daba clases y un poco antes conseguí una interinidad para el conservatorio, algo bastante difícil entonces. Las carambolas del destino me llevaron a Cádiz donde seguí enseñando un par de años. Para entonces me había casado e incluso tuve a esa hija que no paro de mencionar.
No hacía otra cosa que estudiar con el mismo ritmo de siempre. Estudiar, estudiar y estudiar. En éstas, me presento al Concurso "Pilar Bayona" de Zaragoza y convivo con Young-Ho Kim, magnífico pianista coreano, durante una semana (teníais que verlo tocar con unas manos incapaces de juntar pulgar y meñique; todo está en la cabeza, repetía sonriendo). Él estaba entonces en la Manhattan School of Music y charlamos mucho sobre proyectos futuros. Ambos quedamos finalistas y fuimos premiados, despidiéndonos sin certeza de volver a coincidir (algo que ocurrió tres años más tarde en otro concurso). Para no cansaros, volví a casa con la cabeza en efervescencia. Fuera había otra vida, había otros medios, otros conceptos... Quise irme a Nueva York (os recuerdo mi estado civil y mi paternidad) con mi familia, pero fue algo así como imposible. Las exigencias económicas lo hacían inviable.
Pero, entre mi voz interior y esa voz exterior que nunca me ha abandonado, decidí aprovechar el impulso y la euforia y probar suerte. No lo tenía fácil. Era muy joven, sólo 25 años, y, con toda la grada en contra, abandoné el sueldo seguro con el objetivo de ser concertista. No estaba loco. Durante toda mi vida no había hecho otra cosa que prepararme para ello. Lógicamente quedaba mucho pero, si era pianista, por qué no tocar. Me marqué un plazo razonable para conseguirlo y, poco a poco, lo logré. Otro día comentaré más detalles que pueden ser útiles.
Si alguien piensa que fue fácil se equivoca. Fue bastante duro, una prueba de resistencia. Pero ahí es donde quería llegar: se resiste por la ilusión, por las ganas, porque estamos preparados y porque lo que hacemos es algo grande. Si paulatinamente fuéramos capaces de desprendernos de tanto lastre, de tanta carga negativa que nos inculcan mientras estudiamos, no digo que todos los alumnos serían concertistas, pero seguro que los pianos sonarían mucho más de lo que lo hacen y con más alegría. Cada vez que alguien pide un pianista hay desbandada y eso no puede ser, de ninguna manera.
Después vinieron las gestiones, los viajes, los programas variados, las buenas críticas, la televisión, los festivales... (está bien recordar todo esto, de verdad).

Pues eso, hay que intentarlo. No tiene que ser de una manera drástica, pero es necesario, sobre todo porque, algún día, cuando pasen los años, igual la sombra del arrepentimiento intenta cubrirnos y nos estropea la nómina, el adosado, el BMW, las vacaciones y hasta la jubilación. No hay un solo camino, cada uno tiene el suyo, pero hay que andarlo. Con un leve temblor pero con ganas e ilusión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario