sábado, 28 de enero de 2012

Asistir a conciertos

Son numerosos los beneficios de presenciar en directo un concierto. Que no os quepa la menor duda. Partimos de la premisa que un músico, un concertista, antes que nada es melómano, es decir, siente pasión por la música. Y disfrutar del hecho musical sin presenciarlo es algo que sucede, redondeando, de sesenta años para acá. Los avances técnicos han posibilitado que tengamos acceso a todos los intérpretes posibles, incluyendo, además de solistas, los grupos de cámara y las orquestas, así como al repertorio universal. Pero, ¿qué ocurre si nos limitamos a conocer y disfrutar el sonido a través de los auriculares? Pues que podemos llegar a conclusiones erróneas. Ya todos sabemos que un disco no se graba de una sentada, por lo que el elemento del directo se pierde, sin entrar en las truculencias que "mejoran" el resultado final. La percepción sonora directa no tiene parangón. Esto viene hoy al caso por el concierto al que tuve la suerte de asistir ayer viernes en el Teatro Maestranza de Sevilla. El director John Axelrod supo poner a la orquesta (la ROSS) en un estado de tensión musical raras veces visto. Tan simple como que los músicos disfrutaron. Y, claro, si la orquesta disfruta, se transmite y el público lo pasa de fábula. Si añadimos que el programa era una gozada, se completó la faena. Pero yo no voy a hacer crítica, este blog no va de eso (la crítica y los críticos para otro día).
Quiero destacar cómo, por asistir a un concierto, el concertista y el futuro concertista, ambos, sólo por haber disfrutado, salen con una energía renovada que rellena el depósito de ganas de seguir en la brecha (no siempre está al máximo). Si oyes obras que has tocado hace años, llegarán los recuerdos de su estudio y las circunstancias que lo rodearon. Además, oirás otra versión, no la única (que frecuentemente ni siquiera es la nuestra propia, sino la del profesor de turno). Si oyes obras que no has tocado, aunque las hayas leído mucho y nunca hayas visto el momento adecuado para rematarla (en este caso el Concierto en Sol mayor de Ravel), igual tienes la excusa que estabas buscando. Cuando observas al solista de piano (Tzimon Barto) y lo ves tocar de una manera muy distinta a la tuya, tienes que convertirte en esponja para absorber todo lo que de bueno puedas utilizar (no sólo hay una manera de tocar, la música admite distintos caminos). Cómo arriesgó con el control del sonido en un piano que muchos rechazan. Y si, como ayer, puedes admirar el directo de una obra compleja y espectacular, Así habló Zarathustra, el goce de la magia de la música se materializa.
Es cierto que a veces los conciertos no están a la altura que esperamos, pero, de cualquier manera, siempre, siempre, se aprende.
Me alegró ver también un nutrido grupo de estudiantes de conservatorio y oír sus comentarios. Fue gracioso comprobar cómo cambiaron de parecer en el descanso. Algunos venían con su firme opinión formada (las Variaciones sobre un tema de Haydn, de Brahms, son aburridas), pero nada mejor para convencerlos que la buena música. A propósito, ¿no os dan ganas de tocar la versión a dos pianos?
Y, para terminar, algo más personal que no sólo me hizo disfrutar sino que me llenó de orgullo: ver a mi hija en la cuerda de los chelos pasándoselo en grande. Sólo una cosa supera a la audición de un buen concierto y es su interpretación. Así que, a estudiar, que lo nuestro es tocar. 

2 comentarios:

  1. Las Variaciones sobre un tema de Haydn de Brahms en la versión para dos pianos,dan ganas de estudiarlas.Pero ¿realmente tiene salida en las salas de conciertos el repertorio escrito para dos pianos?. O tienen que llevar los pianistas el Clavinova o el Casio de su casa...¿Qué opina usted?
    Gracias por el blog.Muy interesante.

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    1. Muchas gracias por su comentario. Me ha parecido tan interesante que mejor que responder aquí voy a dedicar la siguiente entrada a ese tema. Un cordial saludo.

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